Déjame, Señor, morir enamorado.


Si acabamos anteponiendo las cuestiones económicas a las personales, no cabe duda que estamos viviendo en un país muy pobre económicamente; lo daremos por bueno porque no hay otra, pero deberemos tomar decisiones, cuando salgamos de la pandemia, y cobrarnos en las urnas las mentiras, los errores y las incompetencias de nuestros pésimos e indolentes gestores. Lo que no vamos a permitir, o no debiéramos hacerlo, es dejar que nos quiten la última de nuestras libertades: Amar. Continúa leyendo Déjame, Señor, morir enamorado.