De Perogrullo… vamos, tanto que acabamos por olvidarla.
Los negocios que nos dan pérdidas deben de ser reinventados. Lo que no funciona bien, por más que sigamos haciendo lo mismo, seguirá sin funcionar.
¡Toca cambiar!
¿Problema? No estamos por el cambio, somos tozudamente obtusos y seguimos haciendo exactamente lo mismo que nos produce pérdidas en busca de los beneficios. Eso me hace recordar una anécdota, a principios de los setenta…
Trabajaba en una oficina de La Caixa, una de las entidades financieras más prestigiosas de España y del mundo, que en aquellos años ya destacaba por ser de las primeras en Europa que disponía de sistemas informáticos de gestión, gracias a la determinación de uno de sus dirigentes más visionarios, Jesús Ruiz Kaiser. Disponíamos de unas enormes terminales (IBM2970) en las que podíamos hacer todo tipo de transacción y dejarlas impresas en los documentos de soporte que entregábamos a nuestros clientes (libretas, recibos, justificantes, etc…). También controlábamos a través de ellas los resúmenes de operaciones realizados por toda la jornada, incluidos los arqueos diarios de las cajas, y todo se procesaba con aquel artilugio, hoy decimonónico, pero en aquella época revolucionario por lo que éramos más que envidiados.
Un día, a la hora de cerrar la oficina, un compañero estaba tranquilamente sentado delante de su terminal, con una libreta entre las manos, que introducía repetidamente en la misma, pero siempre con el mismo resultado y vuelta a empezar. El proceso era muy simple:
Tecleabas unos datos, introducías la libreta y la terminal imprimía encima de ella el resultado de la operación. En este caso era un ingreso. Marcabas, primero, unos identificadores y, a continuación, los datos asociados a los mismos.
N -> número de cuenta
M -> importe (en éste caso a ingresar)
S -> saldo último impreso
C -> 201 (código del ingreso)
D -> Fecha del día
J -> Número de oficina (en éste caso la 900 que se correspondía con la Oficina Central)
Yo veía que aquello no entraba y me aproximé. Le pregunté que sucedía y me dijo que nada. Y añadió textualmente: «Veremos quién podrá más, si ella o yo».
Me aproximé más y mirando la bobina del registro de las operaciones me di cuenta de que en lugar de la D correspondiente a la fecha, estaba marcando una F.
Me alejé y le dejé un rato más intentándolo. Al poco, el Interventor le llamó para otro asunto y me aproximé a su máquina e introduje la operación. A su regreso me preguntó cómo lo había logrado y le invité a que comprobara la bobina.
Ese día aprendí que las personas podemos llegar a resultar ciertamente persistentes en los errores. A saber la de veces que alguien me habrá hecho caer en la cuenta a mí de los míos, pero les aseguro que eso de ser consultor resulta muy difícil con según que clientes. Piénselo antes de contratar a uno. Por eso, a menudo, se dice que en nuestra profesión sólo acabamos diciendo lo que ya sabía el cliente.
Mientras medita en la conveniencia de contratar los servicios de un consultor, de éste ya no, pero sí de cualquier otro, trate de dejar de perder dinero por empecinarse en mantener los mismo errores. Si lo ha contratado y está convencido de sus bondades profesionales, déjele trabajar y, tal vez, y digo sólo tal vez con mucha intención, rentabilizará su gasto.
Y sepa que, su empresa, pierde dinero por:
- Falta de focalización en lo importante
- Exceso de confianza en lo que hicimos en el pasado
- Nos sobra bastante exceso de ego y nos falta mucha humildad
- No dedicamos tiempo ni a la actualización ni a la capacitación
- No valoramos la Excelencia en nuestro trabajo
- Nos empeñamos demasiado en ampliar nuestra base de clientes y poco en la calidad de los mismos.
- No le dedicamos el tiempo necesario a la contratación y conformación de nuestros equipos de trabajo, a conocerlos en profundidad y a motivarlos para que sean felices y, por ende, rendibles
- Nos preocupan demasiado los números rojos y muy poco las tendencias hacia el futuro
- Ya no sabemos en qué consiste nuestro negocio porque hemos dejado de salir de nuestro despacho
- Hemos perdido la perspicacia y la inteligencia para observar el panorama desde la distancia