La honradez, obviamente se encuentra completamente ligada a la ética y a los valores que cada cual ha desarrollado y progresan en su interior en función de factores tan diversos como el entorno en el que se encuentra, la formación recibida, la influencia social y familiar, las épocas, las costumbres. Por todo ello se convierte en bastante difícil establecer un patrón de honradez igualitario asumible por todos.
De la misma forma la honradez de cada uno de nosotros y, sobre todo, su aplicación es bastante subjetiva desde un punto de vista global, pero en donde no encierra ninguna duda es en cuanto afecta a nuestra propia conciencia. Esa que siempre se acaba reflejando al otro lado del espejo por más que nos justifiquemos o, precisamente por eso nos tengamos que justificar, porque lo que vemos en él no es lo que quisiéramos que reflejara.
Cada uno de nosotros hemos adquirido unos valores y su salvaguarda queda recogida en un término poco utilizado hoy por considerarse caduco y por el muy mal uso que se ha venido haciendo de él a través de los tiempos: el honor (del latín honos, honoris), cualidad que impulsa a las personas a conducirse conforme a las más elevadas normas morales (rectitud, decencia, dignidad, respeto, honradez, honestidad). Tanta importancia adquiere este término que el Derecho Romano, y quienes en él se hayan inspirado, le da contenido convirtiéndolo en un bien jurídico tutelado.
También la Biblia se refiere también al honor de una manera muy significativa en Proverbios 18:12, algo para reflexionar profundamente:
Al fracaso lo precede la soberbia humana;
a los honores los precede la humildad.
Durante siglos, el honor ha sido justificación de duelos, de luchas, de desafíos y de afrentas. Causa de estúpidas rencillas y graves desafíos a vida o muerte por ofensas más relativas a las relaciones personales que al verdadero honor como ser humano. Sin embargo, hemos hecho oídos sordos a lo más importante: nuestro comportamiento con los demás, hasta el punto que en Romanos 13:7, nuevamente en la Biblia, ese libro de cabecera que responde a preguntas incómodas, tienen que recordarnos que:
Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor.
Se ha convertido también en una expresión que nos dotaba de un ascendente sobre los demás en base a la fama, a la heroicidad. Motivo de aplausos y alabanzas por parte de nuestros coetáneos. Pero su verdadero origen es modesto, como hemos podido comprobar anteriormente en este mismo escrito, y adquiere una mayor dimensión, si cabe, en su propia cuna. Se puede ser tan respetado siendo humilde y obrero como un gran dignatario rodeado de todos los lujos terrenales imaginables.
La honradez, la rectitud, la decencia, la honestidad y la dignidad no saben de clases sociales, riquezas o reconocimientos, son sólo cualidades del ser humano desnudo. Se tienen o no se tienen.
De ahí la importancia que adquiere su tutela legal dado que su valor es tan grande como el de cualquier propiedad.
