Estamos entrando en el mundo de los absurdos, un mundo en el que ya todo es posible y donde casi nadie se llega a sorprender de casi nada. El pasado sábado 27 de Mayo, La Vanguardia de Barcelona, diario serio donde los hubiere, dedicaba dos páginas de su edición, dentro del apartado Tendencias, a Métodos en busca de mejora personal y laboral.
Yo sé que los formadores o facilitadores, según nos denominan en muchos países Latinoamericanos, debemos exprimirnos el cerebro en busca de conseguir llamar la atención de los que asisten a nuestras capacitaciones. Es más, según parece ser, los responsables de recursos humanos (a ver si algún día dejan de llamarlo así) huyen de la ‘monotonía’ de una formación tradicional a la hora de ejercer sus contrataciones. Se acabó aquello de las clases magistrales, ahora gustan de los talleres, eufemismo que esconde detrás de él la realización de actividades más o menos divertidas. De hecho, si alcanzan a fijarse, muchas de las empresas que nos contratan lo hacen dentro del marco de unas jornadas de reuniones de ventas o de resultados donde, nosotros, los formadores, somos los encargados de distender el ambiente, estamos ya a dos pasos de convertirnos en los clowns de la fiesta/reunión anual de ventas de las compañías.
En cierto modo, puede que tengan algo de razón y seamos pesados en nuestro afán de transmitir los mejores contenidos para el mayor beneficio de la compañía contratante pero, de veras, esto último ya lo supera casi todo.
Encabeza el enunciado del artículo:
LIDERAZGO SOBRE ASCUAS
Caminar por encima de las brasas o cristales, reto extremo en cursos de ‘coaching’
Como apunta el artículo, «apostar por experiencias de impacto para buscar un crecimiento personal y profesional» me resulta una sandez sin paliativos, una auténtica ‘boutade’ fuera de contexto que alguien se habrá sacado de la manga ancha del mago que encierra un montón de soluciones sin sentido en el terreno de la capacitación profesional.
Y lo peor es que les han puesto nombres rimbombantes en inglés, por supuesto: Firewalking (caminar sobre brasas) o Glasswalking (hacerlo sobre cristales, rotos seguro). Y lo han revestido hasta de historia, hablan de cuatro mil años de historia competitiva entre monjes. Por si todo esto fuera poco, hasta han creado una universidad: University of Change (http://www.universityofchange.es) que, por suerte, oferta otras alternativas de conocimiento a la del Firewalking y que conste que no tengo nada que objetar a su oferta formativa y profesional de la que desconozco casi todo excepto esta última propuesta.
Yo seré muy clásico y hasta muy retrógrado, pero habrá de venir alguien a explicarme que conocimiento-sapiencia-información me trasmite joderme los pies dando saltitos sobre unas cuantas brasas que sea de aplicación a mejorar la competitividad de mi empresa. Que lo quieran presentar como superación personal, puedo llegarlo a aceptar, de hecho es un jardín que yo desconozco pero que puede alcanzar a tener su lógica, ahora en capacitación empresarial vamos a intentar ser más serios y si lo que quieren son actividades outdoor de alto riesgo, pues bien, que se los lleven al Everest, sin oxígeno, sin cordada y sin sherpas, a ver quien es el que llega primero y luego baja, pero que no lo vendan como algo que vaya a aportar una mejora profesional personal o empresarialmente competitiva.
Interesante el artículo y los comentarios.
Firewalking existe en el ámbito de mejoramiento personal desde hace muchos años. Unos de los coaches norteamericanos más exitosos de los últimos digamos, 30 años, Tonny Robbins, lo ha usado desde sus inicios.
Si bien no es, a primeras, fácil ver esto dentro del ámbito corporativo, lo que aporta el firewalking es auto confianza a la persona que camina sobre fuego, y bastante. Ello luego permea en su orientación al logro, resiliencia y otras competencias más.
En lo personal, no lo he hecho, mas si organicé en una oportunidad una actividad con cuerdas ye le campo. El impacto fue el mismo.
El caso que para los talleres de Anthony Robbins las personas van voluntariamente, pagando de su dinero. El lo corporativo no. Y esto es una gran diferencia. A las personas no hay que obligarles a participar en este tipo de eventos, mas los mismos generan una presión grupal fuerte. En mi opinión, hay que respetar las individualidades, buscando otros esquemas, menos invasivos, que generen el mismo efecto.
Conozco el trabajo, y los ingresos, de Tonny Robbins, todo un referente mundial. Comparto completamente contigo los aspectos que comentas, tanto en la necesidad de no obligar a participar en este tipo de eventos más personales que corporativos, a mi entender, como en la generación de la autoconfianza y otros beneficios siempre personales e individuales, aunque todo ello, luego, pueda redundar en el beneficio comunitario de la organización a través del refuerzo competencial.
Lo que es importante es que los contratantes sepan con exactitud que están comprando, que objetivos van a cubrir y si eso es lo que se pretende en esa actividad. Por contra, lo que más me preocupa, es que todo ello se acabe convirtiendo en modas y tendencias (curiosamente título de la sección del periódico en el que aparece el artículo que referencio) y no se alcancen los fines -objetivos y pedagógicos- perseguidos por cuanto, todo ello, redundaría en un perjuicio muy directo sobre la ya suficientemente denostada profesión nuestra gracias, entre otros, a las subvenciones, el intrusismo y la propia crisis que ha convertido en ‘maestros zen’ a muchos que encontraron en esto una alternativa al paro.
Muchas gracias por tu acertado comentario.