Lo de la perfección no es algo que sea fácil de alcanzar, algunos nunca creen haberlo logrado. Mi experiencia con los japoneses me llevó a entender esta máxima: «cuando ya no queda nada más que quitar».
En una ocasión, me pidieron que elaborara unos presupuestos anuales conforme a los videojuegos que íbamos a lanzar aquel ejercicio. Yo llevaba ya muchos años en el mercado, de hecho era el que más años llevaba aquí, en España. Difícil en aquella época equivocarte con algo tan elemental para nosotros. Los presenté al financiero de SEGA Corporation en Japón. Los resultados apuntados eran buenos, muy buenos, pese a que yo había reducido bastante las expectativas. De mi experiencia como director de oficina en La Caixa, había aprendido a no ser muy aventurado para evitar que me subieran las exigencias por encima de lo razonable. Nuestros directores, en la entidad financiera catalana por aquel entonces, se limitaban siempre a exigir un porcentaje por encima de lo que les proponías o por encima del ejercicio anterior sin romperse mucho más la cabeza.
El ejecutivo japonés (lamento no recordar su nombre) me dijo que estaban muy bien pero que, ahora, rebajara sustancialmente las previsiones de ventas. Alegué que los números ya estaban corregidos a la baja. Me replicó que no importaba, que lo hiciera tal cual. Bueno, como es muy difícil negociar con un japonés y más con los medios con los que contábamos entonces, procedí a hacerle caso y los envié de nuevo con 25% menos y seguían dando unas buenas cifras.
Me volvió a llamar y volvió a decirme que estaba muy bien. También me dijo que hiciera un nuevo ejercicio de rebaja. Volví a alegar y volvió a no servir para nada. Mandé los nuevos números y seguíamos obteniendo beneficios. Y volvió a pasar igual.
A la quinta vez, daba pérdidas. Entonces me dijo: ¿Ve? ya lo sabíamos nosotros. Ahora rebaje los gastos hasta que le vuelva a dar beneficios.