CUANDO «CASI», NO ES SUFICIENTE


Estúpida manía de quedarnos siempre en el «casi» o, lo que es peor, «¿para qué más?

Querer hacerlo bien todo y siempre no es ser competitivo ni querer ser más que los demás, es una cuestión de principios, de educación social y personal, como lavarse los dientes cada noche antes de acostarse. ¡Es higiene mental!

¿Por qué no concienciamos a nuestros hijos desde pequeños de hacer las cosas, TODAS, bien o, por lo menos, lo mejor que podamos y sepamos? Que nuestra mente, plástica y modulable, se acostumbre a desarrollar un espíritu autocrítico con todas nuestras labores, nada de obsesiones, simplemente hacer las cosas perfectas, excelentes, siempre bajo nuestro punto de vista , claro está. Pero igual que hay estándares mundiales de belleza, todos sabemos distinguir entre un chico|chica guapo|guapa, también sabemos distinguir entre algo hecho con perfección o con imperfecciones, con errores; y no sólo lo sabemos distinguir, ¡coño!, nos toca soportarlo en el mundo profesional, en la atención que recibimos, en el costo que tienen para la compañía las cosas mal hechas ¡Cuesta una fortuna!

¡HAGA LAS COSAS BIEN! y a la primera, si es posible, le costará menos y autogenerará satisfacción y energía positiva.

Ah! Y desconfíe de los palurdos a los que ya les basta con el «casi», aquellos que tratan de cumplir con su horario justito e irse a tomar unas cañas con los amigos al bar para celebrar ¿QUÉ? ¿Un día de MIERDA? ¿Una jornada plagada de errores, trabajos mal acabados que ya continuaremos mañana?

¿Saben? Vivo en un pueblo maravilloso de la costa de Castellón, plagado de gentes normales, con aspiraciones normales, que se levantan cada día para ir a trabajar y a poner sus negocios en marcha, afectados ahora por la crisis de coronavirus. Somos un pueblo de diez mil habitantes al que hubieran llegado, en condiciones normales, miles y miles de turistas, como cada año. Este año será distinto. Tenemos muchas personas sin trabajo y sin papeles para poder trabajar, por ser inmigrantes. Pasan hambre, literalmente. El Ayuntamiento del pueblo, gobernado por una coalición entre socialistas y liberales, trata de hacer las cosas lo mejor que puede pero siempre choca con la misma piedra y no es que se haya encariñado con ella, es que no hay quién la mueva de donde está: los funcionarios (no todos, claro está).

Ver como se van a su casa con sus familias, cada día, después de su jornada intensiva (que no intensa) de trabajo, sin preocuparles lo más mínimo toda esa gente que no sabe que les pondrá en la mesa a sus hijos para comer o para cenar, es directamente un acto CRIMINAL. Sólo que trataran de hacer bien las cosas a la primera, con responsabilidad, con diligencia y, sobre todo, con caridad cristiana (si lo prefieren, valores humanos), resultaría suficiente para que las PERSONAS afectadas, se sintieran como tales. La administración española, se ha convertido, en gran medida, en un cajón de tarados profesionales a los que nos le importa lo más mínimo lo que sufran el resto de sus compatriotas.

Pero, lo que más miedo me da, es que la empresa privada española, cada vez más, está alimentando a muchos colaboradores que no muestran el más mínimo interés por hacer las cosas bien, por el trabajo excelente, por conseguirlo a la primera. Eso nos aleja de ser competitivos con otros mercados laborales mucho más responsables.

Claro que pedir responsabilidad a una sociedad que, en plena pandemia, fue capaz de dejar vacíos los estantes de todos los supermercados de papel higiénico, es para ‘cagarse’ nunca mejor dicho.

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