LA EXCELENCIA
Aristóteles, infatigable pensador y suministrador sin igual de acertados aforismos de aplicación personal y empresarial, nos obsequió con éste que viene como anillo al dedo para mi Reflexión Despeinada de esta mañana:
Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto sino un hábito
A lo largo de mis años impartiendo cursos y conferencias a empresarios y comerciantes no me he encontrado nunca, todavía, con ninguno que haya sido auto crítico y me haya reconocido que, tal vez, no estuviera haciendo bien las cosas o no atendiendo adecuadamente a sus clientes. Y es que todos pensamos que hacemos las cosas bien.
Todos pensamos que hacemos las cosas bien… ¿?
De hecho sólo hay tres maneras de hacer las cosas: Bien, Mal y Excelente, algo que pocos se plantean. La inmensa mayoría cree que las hace bien y no escucha las alarmas que le indican que es así pero sólo bajo su perspectiva, cuando la que verdaderamente importa es la del cliente. Como ya he explicado no conozco a nadie que abiertamente reconozca que lo hace mal. Pero, lo que de verdad me sorprende, es que nadie se plantee hacerlas de modo Excelente.
Tiene su cierta parte de lógica. Hacerlo implica mantenernos en un continuo estado de auto revisión, lo cual se nos hace difícil. Es algo así como imaginarte siempre que vas segundo –aunque vayas el primero y destacado- en persecución de un primero que va delante de ti. Implica un gran esfuerzo personal, de análisis, de crítica, de escuchar, de analizar pero, aplicado cada día, como nos decía Aristóteles, se acaba convirtiendo en un hábito que nos conduce a la diferenciación con la gran mayoría que sólo lo hace bien.
¿Qué obtengo haciéndolo Bien? Nada. No hay diferenciación. Es lo que nuestros clientes, las personas con las que nos relacionamos esperan. Forma parte del acuerdo y/o contrato. Pero muchos esperan ver y encontrar la Excelencia para quedarse con quién es capaz de ofrecérsela, para casarse con él/ella, para fidelizarse y guardarle Lealtad. Mientras, aquellos que creen hacerlo bien, que dicen hacerlo bien, que de hecho lo estarán haciendo Bien, se justifican, se excusan, alegan que lo hacían Bien pero que el mercado…, los clientes…, los grandes grupos…, y un largo etcétera de lamentaciones que precede al cierre de negocios, comercios, relaciones, etc.
¿Está usted satisfecho con los resultados que obtiene por su esfuerzo? Pues tiene un problema… importante.
La Excelencia es la única salida que nos queda en este mundo de competencia.
Y la Excelencia, por definición, es inconformista. Si usted gerencia negocios de comercio, entra en cualquiera de sus establecimientos, del tipo que sea, y no es capaz de encontrar nada que mejorar, nada que rectificar, nada que corregir, tiene dos opciones para que el día le resulte realmente aprovechable:
- Vuelve a salir, se toma un café, se relaja media hora y vuelve a entrar hasta encontrar el fallo, que seguro que los hay y están ahí, a la vista del cliente pero no de sus colaboradores y, por lo visto, tampoco de usted.
- Se regresa a su casa, se relaja escucha música, ve la televisión, comparte el desayuno con su pareja, juega con los niños y se vuelve a la cama hasta el día siguiente, para empezar de nuevo y ver si esta vez hay más suerte.
La Excelencia es un hábito y, como tal, lo debemos llevar marcado a fuego en la frente. Nuestras miradas, nuestros objetivos, nuestro interés debe de centrarse exclusivamente en que aquello que vayamos a hacer, a lo que nos dediquemos, a lo hemos entregado nuestra vida, de una manera Excelente, y no dejaremos que nada distraiga nuestra atención. Repito, no lo confundan con una obsesión, las obsesiones y los hábitos son bien distintas. Las obsesiones son desordenadas, caóticas, nos nublan el objetivo final; por contra, los hábitos son ordenados, cotidianos y siguen normas y parámetros bien reconocibles para quienes los respetan y mantienen.
¡Suerte con la Excelencia! Adelantará a todos, por la derecha y por la izquierda, son una minoría los que la persiguen; sabiéndolo usted parte con ventaja.
Interesante comentario para reflexionar y ampliar nuestro razonamiento.
Si lo contrastamos con el viejo dicho: lo bueno es enemigo de lo excelente, que nos incita a avanzar sin la búsqueda de la excelencia, podríamos concluir que estamos en un callejón sin salida.
Primera derivada: hay circunstancias en que lo bueno es necesario para no quedar entrampado. Por el contrario, la búsqueda de lo bueno, nos paraliza el esfuerzo en una etapa que puede ser demasiado temprana (conformismo).
Otras: la excelencia es el motor que mueve montañas y nos permite mostrar la real diferenciación, tan necesaria ante el sinnúmero de participates. Por el contrario, nos presenta un camino con más probabilidades de frustraciones que éxitos.
Segunda derivada: ¿lo uno o lo otro? Quizás, ambas.
Un saludo afectuoso.
«En busca de la excelencia» es también el título de un libro que, para mí, vale su peso en oro; Thomas J. Peters y Robert H. Waterman Jr.; exponen sus conclusiones tras investigar 172 empresas con resultados excelentes. Muy interesante.
En otro aspecto, me gustaría añadir mi aportación personal: La excencia, es una falacia en si sí se considera en valor absoluto. La excelencia solo se puede medir por la expectativa y capacidad que poseen nuestros clientes de valorar «lo bueno» y en coherencia «lo excelente». Por otro lado, yo puedo buscar mí excelencia. Mi mejora continua como si de una disciplina deportiva fuera. Pero si pongo la excelencia en el mismo plano de lo perfecto podemos colegir que lo perfecto y lo excelente son valores que nunca son rentables. Ya que la perfeción nunca es rentable para la empresa o para el profesional en el desarrollo de su actividad.
Finalizando mi aportación. El éxito es cuando los demás dicen que lo tenemos, a pesar nuestra en algún caso. Abundando: cada uno de nosotros valemos lo que nos pagan. Esto si es un valor absoluto.
Un saludo a todos,
Emilio.
Muy interesante saludos