Fantástica entrevista de Olga Pereda a Jordi Nomen, publicada en El Periódico de Barcelona el pasado día 15 de Julio de 2018, es decir, rabiosa actualidad. Jordi Nomen es profesor de filosofía y es el autor del libro «El Niño Filósofo«. BBVA, a través de su fundación, le ha dado mayor audiencia a este profesor y a la importancia de sus explicaciones.
Todos podemos extraer algo positivo de sus explicaciones, no sólo está orientado a los padres (espero que mi hijo mayor, el único a día de hoy que me ha permitido vivir la experiencia de ser abuelo, lea esta líneas como habitualmente hace cuando publico alguna cosa) que son el público destinatario primero de Jordi Nomen; también se desprende la obviedad de aplicarla en las aulas de capacitación de profesionales, para liderazgo, management, etc. y también en el mundo del deporte (también espero que mi hijo más joven, dedicado al deporte, lo lea -este es más difícil que lo haga- y extraiga sus propias conclusiones de aplicación, se me ocurren muchas ahora mismo)… ¿se imaginan lo que representaría para la actitud moral de las personas el desarrollo del pensamiento socrátrico?¿pueden imaginar lo que ayudaría a la comprensión entre los humanos, entre ciudadanos, entre los vecinos, los amigos, las parejas, el desarrollo del pensamiento socrático? ¡Y está a nuestro alcance! podemos iniciarlo ahora mismo.
A parte de la entrevista que aquí les dejo, también les facilito este enlace a una entrevista patrocinada por BBVA que le hicieron al propio Jordi Nomen muy interesante (y larga, así que busque un tiempito para escucharlo acomodadamente):
https://www.youtube.com/watch?v=e3BumAX-eME
Por cierto, después de la entrevista (así viene dispuesto en el propio periódico) también incluyo una aplicación práctica de talleres filosóficos destinados a personas con discapacidad intelectual a fin de empoderarlas e incrementar su autoestima. No se lo pierdan tampoco.
Empezamos,
¿Tiene usted hijos pequeños? Deles una caja vacía y pregúnteles 20 cosas que podrían hacer con ella. Quizá no lo sepa, pero les está enseñando filosofía. También lo hará si les muestra, por ejemplo, una foto de ‘La Gioconda’ y no se limita a que la observen sino que les lanza varios interrogantes como: “¿Te gusta? ¿Por qué? ¿Dirías que sonríe? ¿Cuándo sonríes tú así?”
El profesor de Filosofía y responsable del departamento de Humanidades de la escuela Sadako de Barcelona Jordi Nomen (Barcelona, 1965) demuestra en el libro ‘El niño filósofo’ (Arpa editores) que la filosofía se puede enseñar a los chavales desde muy pequeños. No es una ciencia para cuatro elegidos sino una manera de que los más pequeños piensen por sí mismos, piensen mejor y piensen en los demás. Los niños filósofos de hoy serán los ciudadanos críticos del mañana.
-¿A partir de qué edad se le puede enseñar filosofía a un niño?
-Desde los dos o tres años si se cuenta con los materiales adecuados. Lo que hacemos es trabajar con marionetas o contarles cuentos sencillos. ‘El patito feo’, por ejemplo. No nos limitamos a leerles la historia sino que les preguntamos por qué creen que le llaman feo y si una persona ‘fea’ puede ser aceptada en la sociedad.
«Un padre puede leer ‘El patito feo’ y preguntar a su hijo por qué cree que le llaman feo y si es conveniente llamar feo a alguien. Eso es filosofar»
-¿Y los papás y las mamás?
-Esta tarea no es solo de los profesores. No hay que ir a la universidad y estudiar la carrera de Filosofía para tener una mirada filosófica. Simplemente hay que salirse del contexto. Un padre o una madre puede leer ‘El patito feo’ y preguntar a su hijo: ¿Por qué le llaman feo? ¿A ti te han llamado feo alguna vez? ¿Crees que es conveniente llamar fea a una persona o la belleza es mucho más que el aspecto exterior? Este tipo de preguntas son netamente filosóficas. Es cuestión de práctica y de tener ganas.
-Y tiempo.
-Claro. Hay que ir poco a poco. Esto no requiere prisa. La reflexión siempre implica tranquilidad, reposo y serenidad. No hay que forzar. No consiste en hacer una lista de diez preguntas a los chavales.
-En ‘El niño filósofo’ afirma que una clave fundamental es cómo se cuentan los cuentos. Recomienda hacerlo en voz alta y gesticulando.
-Son los matices del lenguaje no verbal, que se pierden escuchando un cuento pregrabado. A veces nos precipitamos y queremos que el niño sepa cómo va a terminar la historia, cuando en realidad es más interesante trabajar las habilidades del pensamiento con ellos. Matthew Lipman, creador del programa Philosophy for Children, insistía en que no hay que precipitarse sino dejar que piensen. Lo mejor es pararse un momento y hablar sobre las posibilidades que tienen los personajes.
-Si les leemos ‘El traje del emperador’…
-Pues, por ejemplo, le preguntamos ¿qué podría haber hecho el emperador para que no le hubieran engañado? Ahí estás haciendo que el niño piense.
-Y que se divierta. En su libro recuerda cómo Montaigne decía que los juegos de los niños “no son juegos sino que deberían considerarse como sus actos más serios”.
-La filosofía también es jugar. Jugar con el pensamiento. Por eso no hay que precipitarse. Podemos decir al niño que seguimos con el cuento mañana. A los adultos nos pasa lo mismo con las series, tenemos ganas de ver el siguiente capítulo para saber qué pasa. Con los cuentos infantiles sucede igual. Si sabemos hacer las preguntas adecuadas estaremos enseñando a nuestros hijos a pensar. Si añadimos el elemento de valoración moral les estaremos enseñando algo más.
-¿Qué es la valoración moral?
-Preguntarle ¿te parece justo que al patito le llamen feo? A lo mejor el niño te explica muchas cosas. Por ejemplo, te puede decir que en su clase hay un compañero al que llaman feo. Ahí los padres pueden actuar desde el punto de vista moral y preguntar si le parece justo y por qué.
«Hay que abolir los deberes mecánicos. No tienen sentido. Los únicos deberes válidos son los que mueven a pensar»
-Imaginemos un niño al que le lean cuentos de esta manera y otro que no. Cuando cumplan 15 años ¿qué diferencias habrá entre ellos?
-La primera diferencia es que el niño también se acostumbra a preguntar y sus preguntas serán más certeceras. Un adolescente que haya recibido esa formación será un adolescente rebelde, alguien a quien no convencerá el discurso fácil.
-Rebelde en el sentido positivo.
-En el sentido de ciudadanía. Los ciudadanos debemos ser rebeldes y no conformarnos con un discurso si el argumento no tiene fuerza. Estos chicos y chicas detectan contradicciones y prejuicios y tienen pensamiento crítico. Y también son más creativos. La filosofía no solo es hablar sino dibujar, buscar símbolos y metáforas. Hace poco asistí a una clase de con alumnos de cinco años. La maestra les enseñó un sonajero hecho con un rollo de papel y granos de arroz y les propuso hacer grupos y fabricar su propio sonajero en 25 minutos. Cuando acabaron le sentó en un círculo y les preguntó qué había sido lo más fácil y lo más difícil. Eso es una pregunta muy filosófica.
-Usted defiende que se educa dando tiempo para pensar. Pero en muchos casos los niños siguen atados a los deberes mecánicos.
-Hay que abolirlos, no tienen sentido. Los únicos deberes que debería haber son los que mueven a las familias a pensar. A mis alumnos de Ética, por ejemplo, les mando de deberes un dilema moral para que lo hablen en casa: “Te encuentras en una centro comercial una cartera con 50 euros y el DNI. ¿Qué haces?”
NUEVOS MAESTROS SOCRÁTICOS
La filosofía ha dejado ser la aburrida asignatura con la que la ‘generación EGB‘ aprendió de memoria la obra de grandes pensadores como Kant, Platón o Descartes. La filosofía, de hecho, ha salido de los colegios e institutos y ha desembarcado en talleres con presidiarios y drogadictos. También se está aplicando en la empresa, niños con autismo y personas con discapacidad intelectual.
Hace seis años, el profesor Chema Sanchez Alcón -responsable del Centro de Filosofía para Niños en València- pensó en la posibilidad de acercar la filosofía a personas con discapacidad intelectual de cualquier edad. Su proyecto funcionó tan bien que en el 2016 la idea se exportó a Galicia, León, Toledo y Murcia. Puede que estos alumnos no conozcan a los grandes filósofos, pero en los talleres «están practicando la filosofía”, afirma Luis Alberto Prieto, presidente del Centro de Filosofía para Niños, una red que apuesta por la formación filosófica de los profesores y lucha para que la Filosofía se aplique en los colegios y los menores aprendan así a pensar por sí mismos y mejor.
Peticiones por toda España
El proyecto de personas con discapacidad nació en València con humildad y sin excesivas pretensiones. Sin embargo, los resultados fueron tan positivos que los alumnos, convertidos en ‘maestros socrácticos’, acudieron a un congreso de profesores de Filosofía para explicar sus talleres de pensamiento libre. El resultado de la charla fue la expansión de la idea a otras ciudades. «Nos lo están pidiendo en muchos otros lugares, como Madrid, Catalunya, Extremadura y Andalucía. Pero dependemos de dinero público y el presupuesto no nos llega», admite Prieto.
A diferencia de otros cursos, los talleres filosóficos para personas con discapacidad intelectual son más largos. Duran un año escolar y la jornada se extiende a toda la mañana. Con edades comprendidas entre los 17 y los 50 años, los alumnos tienen varios grados de discapacidad y el único requisito es que tengan capacidad para expresarse y escuchar. La tarea fundamental de los profesores es la de desarrollar el pensamiento crítico y emocional (identificar, comprender y regular las emociones) así como la educación en valores. «Aquí nadie se aprende de memoria los logros de Aristóteles, lo que hacemos es pensar en grupo, escuchar al otro, seguir su argumentación y responder con cuidado», explica Prieto. Al igual que los niños, las personas con discapacidad llegan a los mismos sitios que los demás. Tan solo que lo hacen más despacio», añade.
Mayor autoestima
En los talleres se practica la filosofía. Se inculca a los alumnos la necesidad de hacer preguntas y que estas sean pertinentes. En las clases se habla de la verdad, la belleza y el bien. Se trabaja mucho el concepto de ciudadanía y de dignidad. El efecto inmediato en los alumnos -que con el paso del tiempo se convierten en ‘maestros socráticos’- es el aumento de su autoestima. «Es una manera de empoderarles porque ellos están demostrando que pueden hacer muchas cosas. Es una vía para que se sientan incluidos en la sociedad. Muchos han sufrido algún tipo de acoso, así que los talleres sirven para que tengan sentido de la responsabilidad hacia los demás», resume el responsable del Centro de Filosofía para Niños, institución que colabora con Plena Inclusión España, organización que trabaja por la inclusión de las personas con discapacidad intelectual.
Actividades
Una de las actividades que se suelen realizar es la de crear una imaginaria ciudad de pensamiento libre, con sus propio alcalde y sus partidos políticos. Los alumnos tienen que organizarse y realizar peticiones a las autoridades. «Su sentido cívico les hace reclamar más hospitales y colegios», explica Prieto. Otra actividad habitual es la de mostrar cuadros y que los alumnos, a través de preguntas pertinentes, traduzcan el lenguaje del arte. Los profesores también suelen trabajar mucho las emociones y, sobre todo, emplazan a los alumnos