No tengo mucho que decir, más bien nada, sólo lo que vengo denunciando perseverantemente pese a que nadie se hace especialmente consciente de ello, ni me apoya, ni lo rebota. Por lo general, después de un post como este, se producirá una pérdida de seguidores, sobre todo en Redes Sociales (facebook y demás).
El titular de este artículo firmado por Jordi Sevilla en El Periódico de Barcelona del pasado 29 de Julio de 2018, debería ser tal como:
«El 22% de la población española está por debajo del umbral de la pobreza»
Pero él ha preferido titularlo «Problemas Económicos de España«, supongo para que alguien lo leyera; con seguridad de haber utilizado mi propuesta no lo hubiera leído nadie o casi. Se preguntaba un novelista belga –Jeroen Olyslaegers– que acaba de publicar un libro demoledor, Voluntad, «¿Cómo es que la población del mundo, de Europa, no increpamos a los políticos por sus comportamientos irresponsables, por el desastre medioambiental, por traicionar nuestro futuro? El barco se hunde y no nos damos cuenta de que nos hundimos con él«. Él mismo, poco antes, durante la entrevista había respondido a esa pregunta, casi sin darse cuenta: «Tomamos una decisión o hacemos algo por no perder el trabajo, para proteger a alguien , por no buscarse problemas…» Su decisión, lector de este post, será la de borrarse como seguidor o como amigo virtual pero ya le advierto desde ahora mismo que, en España seguirán habiendo:
¡¡¡22 españoles de cada cien que está por debajo del umbral de pobreza, algunos amigos, conocidos o familiares suyos que ni tan solo sospecha!!!
Su silencio, mi querido amigo virtual, borrarme de su vida, no lo va a resolver, ni callar tampoco. Y ahora vamos con el artículo, impagable, de Jordi Sevilla
«Los problemas de España siguen intactos desde el reciente cambió de Gobierno aunque ahora hay algo diferente: se reconocen y se proponen soluciones. Cuatro asuntos sintetizan nuestros males económicos: baja productividad, excesiva desigualdad social, atracción fatal por el endeudamiento e insuficiente impulso en la transición hacia una sociedad sostenible. Ninguno es nuevo, ninguno se resuelve solo y ninguno es compatible con un país abierto a la globalización y a la transición digital, pero dispuesto a mantener un elevado nivel de bienestar social.
España mantiene una importante brecha de productividad horaria con Alemania, mientras la productividad total de los factores apenas crece desde hace 20 años y está muy por debajo de la media de países más avanzados. No es, pues, un problema de ahora, pero es un problema grave que la actual recuperación no está resolviendo.
Conocemos los factores que explican esta «diferencia española»: baja intensidad en innovación productiva (gastamos en I+D, en términos de PIB, la mitad que los países avanzados); un mercado laboral precario (abuso de contratos temporales, mal pagado, escasa formación profesional) y un tejido empresarial en el que las empresas con menos de 10 trabajadores ocupan al 40% de la fuerza laboral, pero solo aportan el 26% del valor añadido bruto.
HORAS Y PRODUCTIVIDAD
Nuestra renta per cápita está más relacionada con las horas trabajadas que con la productividad por hora, lo cual es un indicador de país tecnológicamente poco avanzado en el que coexisten empresas totalmente punteras a nivel internacional, rodeadas de un mar de microempresas con baja productividad.
La preocupación por la desigualdad social se ha convertido en uno de los ejes de la ultima reunión de Davos o de informes del FMI que observan cómo la suma de globalización más robotización está depauperando a las clases medias y con ello, afectando negativamente al crecimiento económico y al propio proceso democrático.
VULNERABILIDAD SOCIAL
Entre nosotros, el Banco de España ha señalada que la crisis ha golpeado con mayor dureza a las capas mas bajas y que la actual recuperación no esta corrigiendo este hecho. Solo como ejemplo, mientras que el 22% de la población está por debajo del umbral de la pobreza, el número de súpermillonarios ha crecido un 24% en los últimos cinco años, dibujando un país donde la desigualdad en la riqueza es, incluso, mayor que en la renta. A ello ha contribuido de manera especial tres cosas: un elevado paro (casi) estructural y sin cobertura; una reforma laboral que ha debilitado la capacidad negociadora de los trabajadores (predistribucion), así como un Estado que no cumple de manera eficaz su tarea de redistribución ya que no contribuye más quien más tiene, ni recibe más quien más lo necesita.
Baja productividad más escasa redistribución de renta y riqueza han construido un modelo de crecimiento donde familias, empresas y Estado recurren al crédito bancario en mayor medida que en otros países de nuestro entorno. La tasa de ahorro de los hogares (5% de la renta bruta disponible) se sitúa en esta recuperación por debajo del promedio histórico (9,5%) y muy por debajo de la zona euro (12%). Además, el ahorro se concentra en vivienda (crédito hipotecario) y hasta el actual repunte del consumo tiene una elevada dependencia del crédito bancario. Por ello, aunque hemos hecho un proceso acelerado de desapalancamiento privado desde el 200% del PIB que alcanzó la deuda de empresas y familias en 2010, todavía estamos en un 140%, cifra a la que se debe sumar el 100% del PIB de deuda pública existente y que no ha bajado a pesar de la recuperación.
La vulnerabilidad de nuestro país en un escenario alcista de tipos de interés e inflación baja es, pues, muy elevada. También nos hace vulnerables el retraso con que abordamos la transición hacia una economía descarbonizada, en una sociedad baja tanto en emisiones de CO2 (renovables) como en generación de residuos (economía circular). La sostenibilidad medio ambiental es ya en un elemento fundamental de competitividad como reconocen los departamentos de riesgo de las entidades financieras y, en eso, no vamos por buen camino ya que ni hemos reducido emisiones, ni dependencia del petróleo o del carbón y la acumulación de basuras sin tratamiento, es ya un serio problema.
Cuatro grandes retos de país, en busca de un Gobierno decidido, tras constatar la herencia recibida, a impulsar las reformas necesarias mediante amplios consensos políticos y sociales. Porque la fuerza de un Gobierno democrático no es su capacidad para imponerse de forma unilateral, sino para sumar apoyos.»