El dislate laboral
Estamos viviendo tiempos convulsos que no nos permiten presagiar nada claro el porvenir laboral inmediato de nuestros conciudadanos, sobre todo en países europeos del sur y en los latinos en concreto, pero que está afectando a todos los países desarrollados del mundo en general, dentro de un universo tan globalizado como el que nos habíamos inventado.
Mientras las empresas estadounidenses, superando los peores momentos del COVID, se enfrentan a una demanda de personas para trabajar en sus organizaciones que no encuentra la respuesta esperada, los europeos del sur se están convirtiendo en trashumantes sectoriales para poder subsistir. Los alemanes, por su parte, a caballo de las políticas impulsadas por el partido socialdemócrata (SPD), logró muy buenos resultados hasta el prácticamente total empleo en el período pre-COVID; ahora piensan recuperar muy rápidamente el medio millón de puestos de trabajo perdidos a causa de la pandemia. Representan el equilibrio, al menos aparentemente.
Pero, cuáles son las grandes diferencias laborales entre estos grandes bloques (Alemania, sur de Europa o Estados Unidos). Más allá de, el PIB de cada lugar, en cuya comparación los españoles perdemos por goleada, existen detalles que no se analizan suficientemente: por ejemplo, la edad y la capacitación.
Edad
España lidera las listas de paro juvenil europeo y eso no es, precisamente, ningún mérito. El 39,9% de menores de 25 años es la mayor tasa europea de paro juvenil, o lo que es lo mismo, 588.000 jóvenes en búsqueda activa y sin trabajo. En la UE, el paro en enero’21 era del 16’9%; mientras, Francia tiene la misma tasa cifrada en 18’4% y Alemania en 6’2%. En Estados Unidos era del 12,5% en 2020. Y en Colombia, la llamada generación Z, asciende al 27’5% frente al 13,9% de sus mayores. Por su parte, países como Luxemburgo, Suecia o Portugal, son los que presentan una mayor diferencia entre la tasa del paro juvenil, que promedió un 20% en 2020 y cuyo promedio de los mayores fue del 22%
Hemos de conseguir incorporar a los jóvenes al mundo laboral en condiciones adecuadas y, para eso, son necesarias medidas gubernamentales que, seguramente, chocan, con los poderes sindicalistas más preocupados por mantenerse que por mejorar las circunstancias de cualquier país. Y esto no es sólo una crítica a los sindicatos, sino también al mundo empresarial que no ha sido capaz de incluir a estos, en sus respectivos sectores como ‘socios’ necesarios, en lugar de considerarlos abiertamente enemigos.
Capacitación
La Capacitación es otro de los grandes caballos de batalla. Los alemanes lo tienen muy claro:
Quien no está cualificado profesionalmente no tiene trabajo o, si lo tiene, apenas gana dinero
Lidia Conde, analista de economía alemana para CINCO DIAS
No enfrentamos a un nuevo período laboral que está acabando con los últimos remanentes del pasado siglo. Hasta entonces, con tener muchas ganas de trabajar era suficiente. A principios del 2000, antes de la crisis inmobiliaria española, nuestros jóvenes abandonaban los estudios, con el beneplácito o, por lo menos, con la abstención por parte de sus padres, que dimitieron antes de hora de una de sus mayores obligaciones: cuidar la educación de sus hijos (ahora conforman la edad de los 30 a los 40 años). Su destino era la obra (construcción), donde mal aprendían un oficio que les permitía acceder a unos salarios impropios de personas sin estudios ni conocimientos; esto era aprovechado por una sociedad consumista que alimentaba la compra de vehículos, ropas de marca e, incluso, hipotecarse con viviendas, antesala de todo el desastre económico que lastra la economía española auspiciada por socialistas y populares, garantes de la política café para todos y de la sociedad del bienestar. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Ahora, el asunto está muy claro, los mejores salarios van a ser para los mejor preparados. Ya no vale ser especialista en líneas de producción o en industrias donde la maquinaria y la robótica sustituye más eficazmente a cualquier mano de obra. Las personas sin conocimientos no van a encontrar trabajos bien remunerados ni van a disponer de ofertas laborales estables y mantenidas en el tiempo. Se acabó y España pierde en este frente. La única ventaja es que podemos encontrarnos ante una nueva etapa migratoria hacia otros países, como mano de obra para la construcción o para otro tipo de trabajos que nadie quiera hacer, no especializados, y eso aligere los niveles de paro nacionales.
La Demanda laboral
Dicho esto, vamos con otros escenarios más curiosos. En Estados Unidos, y en Europa y España también, se enfrentan a la falta de interés por la oferta de parte de las personas en situación de desempleo ¿Cómo puede ser esto, si han subido los índices de paro? Varias teorías:
1 La gente tiene miedo de abandonar la seguridad de su casa, a causa del COVID, para salir e ir a trabajar
2 Los salarios que las empresas, todavía en horas bajas y sobre todo las Pymes, pueden pagar no resultan muy atractivos y, sobre todo, si se está cobrando alguna contraprestación social. Por otra parte, muchos han descubierto que quedarse en casa es más económico que contratar a una cuidadora/limpiadora o, simplemente, aprovechar para mejorar su nivel de capacitación sin riesgos de contagio tampoco.
3 Muchos puestos que se ofertan están relacionados con el comercio, la restauración y la industria de manufacturación, lugares de trabajo que generan contratos socialmente poco atractivos, mal pagados y muy exigentes a la hora de superar los horarios legales establecidos y los más jóvenes, que son los que lo utilizan para obtener algún ingreso y pagarse sus estudios, están aprovechando sus titulaciones para mejorar sus opciones de cara al futuro.
4. Las personas con cierto nivel de estudios, sobre todo los más jóvenes, aprovechan para desplazarse a otros mercados que les permitan adquirir experiencia y un mayor dominio de otros idiomas.
5. Lo que nos quede, pasado el COVID, va a ser muy duro de digerir. Ya veremos qué número de parados con o sin ERTE y de autónomos arruinados económicamente, nos van a quedar en búsqueda laboral activa y cuántos de ellos van a estar psicológicamente preparados para afrontar el nuevo rumbo que vaya a tomar nuestro país y sus carreras profesionales.
La cuestión es que, la mayor parte de la fuerza de trabajo que nos queda disponible está muy desmotivada, carece de incentivos económicos y no dispone de la capacitación necesaria para afrontar el nuevo mercado laboral. Y el problema no son los mayores, que en el caso de España y de Colombia también lo es, sino los más jóvenes.
La Oferta laboral
Los empresarios van a tener ciertas ventajas, excepto en Estados Unidos que la cosa anda cruda para atraer a los colaboradores a las Pymes, con mucha oferta donde bucear y un nivel de salarios más contenido que antes de la Pandemia.
Si alguien se pregunta cómo podemos tener en España el índice más alto de paro entre nuestros jóvenes, sepa que la falta de preparación es uno de los motivos más desalentadores al que nos enfrentamos. Los jóvenes son flexibles desde el punto de vista salarial y están dispuestos a tomar cualquier trabajo, pero en tiempos de crisis económica, también son los últimos en acceder al mercado laboral. Por eso los empresarios de hostelería y comercio ponen su mirada en ellos y se permiten contratar arquitectos, ingenieros, licenciados en derecho o con cualquier otra titulación universitaria, para despachar pizzas, vender moda o repartir alimentos a domicilio. Tan pronto como todo el comercio y la hostelería se ponga a rendir al máximo, recuperaremos algunos dígitos de mejora en el paro juvenil a costa, eso sí, de lo que realmente estos podrían aportar a los sectores productivos correspondientes para los que se estuvieron preparando, produciéndose un nuevo retraso en su desarrollo y en el de la economía del país.
El paro más adulto va a presentar una interesante oferta para el empresariado español, para aquellos que gocen de una buena preparación. Pero, en contra, nos vamos a topar con una fuerte competencia entre las Pymes y las grandes corporaciones. Muchos profesionales van a preferir trabajar en compañías multinacionales antes que hacerlo en una Pyme, sin dudarlo, aunque las expectativas de futuro sean más que dudosas.
A los empresarios medianos y pequeños les van a quedar dos opciones, como ya nos sucediera a principio del 2000: de una parte, tendrán que contar con la oferta femenina bastante marginada a determinadas edades y, de la otra, también podrán acceder a los inmigrantes. Este fue un recurso que personalmente pude explorar en aquel tiempo y me permitió acceder a personas muy preparadas y muy competitivas.
En una de las empresas que por aquel entonces asesoraba, llegamos a crear todo un equipo de dirección profesional (Director Comercial, Director Financiero, Director de Producción, Directora de Calidad, Director-Ingeniero Técnico) a base de inmigrantes y un español (Director de Sistemas) en menos de cuatro meses y ¡Funcionó! Como un tiro. En un año habíamos multiplicado la facturación por seis y los beneficios se situaban en dos dígitos. Posteriormente se siguió contratando colaboradoras, sobre todo de más de 35 años con problemas de reinserción dentro del mercado laboral y profesionales cualificados de origen extranjero. La experiencia nos permitió asegurar que el compromiso era muy superior al esperado y mejoraba bastante el local.
¿Por qué llegamos a esa tesitura? Fácil, traté de contratar personal local, algunos recién licenciados, con muy poca o sin ninguna experiencia, y la respuesta eran unas expectativas salariales absolutamente irreales, pero propias de aquel tiempo en el que atábamos a los perros con longanizas. Ahora volvemos a atravesar ese desierto y no podemos conculcar los principios de nuestras estrategias para salir adelante y subsistir en el mercado.
Eso sí, hay que cumplir a rajatabla los acuerdos establecidos, no engañar a nadie y buscar siempre el beneficio, primero, de nuestros colaboradores. Todo el mundo, bueno… todo el mundo, no, casi todo el mundo (los más escarmentados, los más politizados sindicalmente y los menos comprometidos, no), está dispuesto a sacrificarse, sobre todo cuando eres más joven y te quedan años de aportación por delante, a cambio de unas compensaciones que merezcan la pena el esfuerzo.
El Futuro
Sin capacitación no va a haber futuro. Y aún con ella, van a haber muchos inconvenientes.
Pienso en todas aquellas personas que van a salir de la fusión La Caixa-Bankia, relativamente preparados y/o capacitados, pero con una actitud muy próxima a la de un funcionario poco competitivo. Se están hablando de alrededor de ocho mil personas con un nivel de ingresos de clase media-media, con familias muchos en edad estudiantil y con severas cargas hipotecarias a precios por debajo de mercado que, al salir, se deberán adaptar a la realidad del mismo a través de cuotas actualizadas con los nuevos intereses, incrementando sus gastos.
Pienso en todos los autónomos que se convirtieron en emprendedores por obligación y necesidad, a partir de 2007 y sucesivos hasta 2016. Cuyos negocios apenas le rentaban para mantenerse, no digamos ya a algún colaborador ¿Cuántos habrán cerrado? ¿Cuántos no van a poder volver a abrir y, además, han perdido sus ahorros? Las ayudas económicas llegarán tarde, como siempre, para los más modestos y para los más débiles. Y, además, en un estado completamente endeudado hasta las cejas.
Sin capacitación no va a haber futuro. Y aún con ella, van a haber muchos inconvenientes.
Pienso en todos aquellos puestos de trabajo destinados a especialistas, de los que hablábamos antes y que en países como Alemania significan 25 millones de asalariados que conforman la gran clase media, de los que tienen previsto haber perdido dos millones dentro de 20 años. Todos los que van a ser sustituidos por empresas robotizadas y tecnológicamente avanzadas. Cada vez más. Deberemos espabilarnos siendo capaces de crear Pymes descaradamente orientadas al desarrollo de I+D que aporten valor a las industrias de países más avanzados o corremos el grave riesgo de sólo convertirnos en un país asiático o africano más, donde la mano de obra y el suelo es más barato para la instalación de naves industriales de proceso avanzado.
La realidad es que vamos a tener que adaptarnos a la nueva situación: ofrecer y aceptar contratos temporales, peor pagados que en años pretéritos, enfocar nuestra jubilación a más años vista de lo que esperábamos (en otros países ya lo hicieron), aceptar nuevos retos en otros sectores que no conocemos haciendo trabajos que no hubiéramos deseado y, sin duda, procurar prepararnos más para disfrutar de más oportunidades, sobre todo en sectores emergentes.
Al final, lo de la psicología como recurso para obtener una licenciatura sobre la que no vamos a ejercer y estar de dependiente/a en una gran área o centro comercial, no va a ser una buena idea. Lo de dejar los estudios sin obtener ninguna titulación profesional o académica, cansados de no saber ver un futuro laboral (la excusa más absurda que he podido escuchar nunca), no va a ser mucho mejor tampoco. Y no, todos no somos Steve Jobs ni Bill Gates, como tampoco sabemos jugar como Leo Messí o encestar como Pau Gasol.