Este es un video comercial, ahora mismo con solo poco más de cincuenta mil visitas, que habríamos de conseguir no sólo difundir, sino que nos concienciara a cada uno de nosotros y ser capaces de colgarlo en nuestro perfil de facebook porque, podemos creer en cualquier dios, cumplir con cualquier religión y pertenecer a la Iglesia que sea, pero lo que en éste anuncio se pone de manifiesto, más allá de cualquier intencionalidad comercial que queda relegada a un segundo plano, es la humanidad de determinadas personas que las convierte en gigantes.
No todos somos iguales, no todos están dispuestos a devolver bien por bien, ni a estar agradecidos, ni a saber reconocer que nada de lo que somos nos pertenece, antes al contrario, nos ha sido concedido poco a poco a lo largo de nuestra existencia, como es el caso de ese hipotético doctor que, Dios lo quiera, tal vez exista en verdad en algún rincón del mundo.
No hace tantos años, un etarra, en el País Vasco, asesinaba vilmente a un guardia civil (creo que era) en un atentando; dicho funcionario público había arriesgado su vida, muchos años antes, por salvarle la vida en un incidente de tráfico. Cruel perversión de la raza humana que, a través de este vídeo, nos demuestra que no todos somos iguales, ni siquiera entre los propios terroristas porque, al final, cada individuo es lo que es porque decide serlo y actúa como actúa porque decide actuar… libremente.
Ser agradecido es algo que difícilmente se ve y se encuentra. Dar, nos complace en ocasiones y, en otras, nos permite lavar nuestra conciencia. Agradecer, sentirnos en deuda, saber que no somos nada sino fuera por todos los que nos enseñaron por el camino, parece ser que no es un valor muy cotizado, nos avergüenza incluso. A la chica del vídeo no le pagó la cuenta del hospital el hecho de que su padre se hubiera comportado adecuadamente, muchos son capaces de hacerlo a lo largo de sus vidas. Lo que saldó su deuda fue la humildad de un joven que, devenido a adulto, fue consciente de lo qué era y de cómo había llegado a serlo.
Lo que somos, todo cuanto somos, incluso lo que tenemos, no nos pertenece en propiedad absoluta, se lo debemos a muchos que transitaron antes a nuestro lado y nos prestaron sus manos, experiencias, consejos, conocimientos… y eso nunca se acaba saldando.
Por eso no me acaba de gustar el título «Quien siembra, recoge» y prefiera «En todo, dad gracias» (1Tesalonicenses 5:18)
Espero que os guste, como a mí, y que lo colguéis en vuestros perfiles y lo repliquéis para conocimiento de otros muchos.
MUCHAS GRACIAS POR ESTE TREMENDA REFLEXIÓN
Muchas gracias a ti, Bertha. Espero que nos sirva a todos.
Mi Estimado Pacual, Muchas gracias por esta tremenda reflexión