Organización, Management y Coronavirus


Uno de mis placeres favoritos durante estas jornadas de encierro, si es que podemos hablar de algo placentero rodeados de tanta pena y tanto dolor por los fallecidos y tanta incertidumbre por lo que nos queda y por lo que se nos viene encima, es el de la lectura reposada de la prensa, en mi caso La Vanguardia de Barcelona, uno de los mejores diarios españoles con el que me deleito a través de sus columnistas. No importa qué fecha señale su cabecera, de hecho las noticias las prefiero en vivo, radio (RAC1) mejor que TV (TV1) y de estas ya voy saturado a las diez de la mañana.

Hoy, revisando un ejemplar del domingo 22 de Marzo, elijo, para desfogarme un poco, DIALOGOS DE LA PANDEMIA donde Jaume V. Aroca entrevista a Ismael Blanco Fillola, director del Institut de Govern i Politiques Públiques de la Universitat Autónoma de Barcelona[1]. El columnista afirma de su entrevistado que: “Sostiene que el enorme descalabro financiero (se refiere a la crisis económica y financiera de 2008), impulsó la construcción de un capital social que resquebrajó el paradigma del individualismo. Ahora, (Ismael Blanco) afirma que en la crisis de la pandemia, podemos utilizar algunos de los recursos comunitarios surgidos de aquel hundimiento.”

Bueno, vamos a profundizar en la entrevista. A simple vista me resulta interesante pero no muy creíble desde mi experiencia vivida en primera persona desde la calle, no académicamente y menos desde un despacho funcionarial. Ismael Blanco afirma que:

Desde 2008 hemos acaparado un capital social que puede sernos muy útil. De hecho ya lo es. Fíjese en que hoy estamos en el sexto día del confinamiento (cuando se realiza la entrevista) y ya hay infinidad de nuevas redes de solidaridad en acción. Eso no ocurrió en 2008. Entonces no sabíamos de lo que somos capaces, hoy sí.

Veamos, el voluntariado nacido en 1992 a raíz del evento de los Juegos Olímpicos, fue una lección de solidaridad con causa. La RAE[2] lo deja bien evidente: Solidaridad es

“Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.”

El término solidaridad ya empieza a usarse últimamente como el papel higiénico a base de cuatro capas, es decir, los rollos de dos en dos para desacumular rápido los excedentes que hemos acumulado masivamente en nuestras casa, con desprecio absoluto por esa supuesta solidaridad. No, los españoles y los catalanes, no son ni más ni menos solidarios que en otros lugares y sí son tan egoístas como los que más. Vamos a dejarnos de bobadas y llamemos a las cosas por su nombre. Que una minoría de personas estén dispuestas y ejerzan su solidaridad no nos convierte en un pueblo solidario, como tampoco nos convertimos en eso a raíz de la crisis del 2008. Ni entonces ni hoy somos capaces de otra cosa que la de asegurarnos la supervivencia personal nuestra y de los nuestros. Otra cosa es que andemos sobrados, ahí todo puede ser y darse.

Pero esto tampoco nos debe sorprender ni molestar, es algo tan lógico como antiguo y sino recuerden este pasaje Bíblico: La ofrenda de la viuda pobre.

21 Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas. También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.

Vengo a decir con este ejemplo que, la mayoría de los que llamamos solidarios, equivalen a los ricos del ejemplo de Jesús –afortunadamente hay bastantes de esos, menos de los que necesitamos, pero bastantes- y, en cambio, los que verdaderamente son solidarios son los pocos españoles reflejados en la viuda y son eso, pocos, muy pocos.

De otra parte, como apunté antes, la organización y el espíritu solidario expresado a través del voluntariado es algo que está cada día más extendido. Lo vemos a diario mientras unos tratan de rescatar emigrantes en aguas del Mediterráneo, otros –gobiernos y gobernantes, españoles e italianos, para más inri, tratan de que se ahoguen o que los devuelvan a su origen para explotación como carne fresca, esclava y sexual. Me lo expliquen.

También son voluntarios los que tratan de ayudar en los campos de concentración promovidos por la CEE en Grecia, en Italia (Lampedusa, especialmente conocida por sus condiciones de dureza infrahumana), en España –CIE- Ceuta, Melilla), en Polonia, en Rumania, en Hungría, en Malta (Floriana, Ta ‘Kandja, Hal Safi), etcétera, en toda Europa y todo eso sin contar con los campos sub-contratados por Europa en Argelia, en Marruecos, en Turquía… que le hacen el trabajo sucio a los europeos a cambio de ventajas económicas, comerciales y estratégicas ¿por qué no se les considera también solidarios y soldados que luchan contra el enemigo invisible, como se le denomina al virus asiático?

Acaso ¿hemos venido a aprender de la crisis del 2008 sobre solidaridad, señor Blanco? Prometo que ocuparé los dos últimos párrafos de este escrito a decir lo que, de verdad, creo que se aprendió del 2008.

Estas fechas, también nos estamos llenando las bocas de alabanzas y vítores en favor de todo el colectivo sanitario y, de verdad que, se lo merecen. No se rascan los bolsillos pero, algo más importante, ponen sus vidas a disposición de los demás, impagable. Pero también aquí voy a hacer dos consideraciones:

  1. Cuando este colectivo, dentro de un año, se vuelva a manifestar y a cortar avenidas reclamando incrementos salariales, ¡Justos y merecidos!, ustedes que estarán atrapados en medio de una avenida de cualquier ciudad, con ganas de llegar a su segunda vivienda, a un aeropuerto o a su casa para descansar un viernes después de una agotadora semana ¿saldrán del su automóvil, cerrarán la puerta y se juntarán a ellos para apoyar su reivindicación o hará sonar su claxon después de 15 minutos de disculparlos hasta que se haya cansado de esperar para que se vayan a su puñetera casa y dejen de fastidiarle su fin de semana?
  2. Todos hablamos de ellos (los sanitarios), ahora añadimos a la Polícía y al Ejército; también hemos caído en cuenta que los proveedores también salen a la calle para hacer llegar la munición necesaria a las barricadas; y cómo no, las farmacias, el personal que atiende en las residencias de ancianos –fíjate que se nos olvidaron a casi todo el mundo menos a sus familiares, tuvieron que morir varios para recordárnoslo- y hasta los empleados del supermercado, las panaderías, los kioscos y los estancos (no podíamos dejar fuera a un recaudador de impuestos indirecto tan importante); pero ¿alguien habló del personal que recoge nuestras basuras, nuestra porquería? No sólo les detestamos cuando hacen una huelga, sino que, además, ahora ni nos acordamos de ellos, son unos auténticos desheredados de la sociedad, como si no existieran. Ni una sola vez he escuchado una voz resaltando su oscura e impagable labor, sin caer en cuenta que si ellos no existieran o no trabajaran, nosotros no podríamos salir a tirar la basura por la noche mientras fumamos un pitillo paseando ‘legalmente’ por la calle; comprado en un estanco abierto ‘legalmente’ al que llegamos de igual forma ‘legalmente’ paseando por la calle interactuando con vecinos y virus; afectando nuestra salud que nos puede llevar a ser uno más de los que colapsan los servicios sanitarios en un momento dado –las afecciones respiratorias se ven seriamente afectadas por el tabaco-; poniendo en riesgo a todo nuestro entorno por cuanto somos más proclives a caer víctimas del coronavirus debido a nuestra dependencia, al ir a comprar ‘legalmente’ al supermercado nuestra compra diaria y la de algún vecino, familiar o amigo con quien nos habremos comprometido para que no tengan que salir a la calle, en un acto de perfecta solidaridad poco calculada; y que puede llegar a derivar en infectarnos no sólo nosotros mismos, sino, también, a ese amigo, ese vecino, ese familiar y todos aquellos con los que convivimos en casa.

Vengo a decir con todo ello que lo de la solidaridad es algo demasiado volátil y relativo o no se acuerda ya nadie de las imprecaciones (en catalán) que les profirieron los independentistas más radicales a la policía autonómica, después de haberlos subido a los altares el 1 de Octubre de 2017, al tratar estos de convertirse en muralla entre separatistas y unionistas en las calles de Barcelona en tiempos muy recientes.

Dicho todo esto para centrar un poco lo que es y significa la solidaridad y ponerla en su auténtico valor, volviendo a Ismael Blanco, cuando ejemplifica su idea de solidaridad con ejemplos tan burdos que acabarían sonrojando a cualquier persona medianamente instruida, hasta llegar a decir que: “Hay un caso interesante, una red de redes, @ApoyoMutuoC19 en Twitter que permite identificar todos los grupos de ayuda en España. En seis días hay más de 188 en más de cincuenta ciudades. Este recuento no es exhaustivo, claro. Las hay de todo tipo, desde las que parten del sindicato de inquilinos o de las cooperativas de consumo. Incluso los CDR catalanes se están organizando con ese fin. Estamos ahora en este trabajo de recopilación de iniciativas que arrancan de un núcleo preexistente y se desarrollan para dar respuesta.

Mire señor Blanco, poner de ejemplo solidario a los grupúsculos del CDR no me parece ni tan solo serio, no deja de ser una mamarrachada –trato de contenerme al decir esto porque quiero creer que no hay segundas intenciones en sus palabras-, impropia de un académico de su nivel y categoría que nadie va a discutir; pero no, no se merecen los componentes que operan bajo esas siglas el reconocimiento de solidarios con nadie, y no me meto con sus ideas políticas sino con sus acciones pretéritas que les califican de muchas cosas menos de solidarios. Al final, usted, en la entrevista que por su trabajo se merece -de hecho, a buen seguro, tiene cosas mucho más importantes que explicarnos-, acaba mezclando ‘churras’ con ‘merinas’ y no me parece serio, algo que se da por descontado –la seriedad- en los académicos salvo que usted no se haya ya imbuído más de su papel administrativo (Director del Instituto) que el de investigador (Doctor en Ciencias Políticas).

Si algo ha quedado patente en esta crisis–y ahora voy a cumplir mi promesa de decir lo que hemos extraído de la anterior crisis-, que no ha hecho más que empezar y de la que sólo (¿) estamos contabilizando los muertos, es que No hemos aprendido nada. Y si alguien es capaz de darle forma a enseñanzas del pasado a través de redes de solidaridad cooperativa como único argumento, el aprendizaje fue pobre o inexistente. Y es que en España (me niego a hablar de otros países de los que desconozco casi todo) sólo sabemos funcionar como un motor con dos marchas: lento y parado.

¿Enseñanzas?

Un estudio británico del Chartered Management Institute, publicado por La Vanguardia el 22 de Agosto del 2010 aseguraba que:

85% de los profesionales no se atreve a acudir a su superior si tiene algún problema en el trabajo

23% de los profesionales no confían en los consejos de sus jefes o creen que sus superiores serían incapaces de ayudarles

Poco después, otro estudio, este español, realizado en el 2010 por Otto Walter Consulting, a través de una encuesta a 581 técnicos y mandos intermedios obteniendo un total de 11.847 respuestas, nos advertía de que

El 38% de los equipos acusan de mediocridad e incompetencia a sus directores

Más recientemente, el argentino Tomás Chamorro-Premuzic –profesor de Psicología Empresarial del University College londinense y jefe científico de talento de Manpower Group– afirmaba que, las estadísticas dicen lo mismo. Según Gallup

El 65% de los estadounidenses preferiría cambiar de jefe antes que un aumento de sueldo

Pero, como afirma el autor, tirando de ironía, en su libro “¿Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes? (y cómo evitarlo), eso denota falta de visión:

El siguiente jefe puede ser peor.

Como pueden comprobar, el problema es global. No aprendemos nada de lo que sufrimos por la incompetencia de nuestras organizaciones (y no digo de nuestros dirigentes porque alguien los pondría allí, digo yo), antes y después del 2008. Ahora vuelve a suceder igual y no me vale que me hablen de que se ha creado un capital social, algo en lo que por otro lado no creo ¿Pruebas?

El Gobierno devuelve a China 58.000 test rápidos de coronavirus por ser defectuosos

¡Compramos 600.000 unidades! ¿Cómo le pueden meter un gol así a todo un Gobierno de España? A una empresa convencional vale pero ¿al Gobierno de España? A eso se le llama incompetencia y, en una organización civil, alguien se va a la calle y no seré yo el que diga que ningún Ministro deba dimitir, como tampoco el CEO de la empresa que sea, pero alguien en esa organización es un incompetente ¿Alguien? No, muchos.

Por eso, digo que no hemos aprendido nada; la gestión del coronavirus, desde un punto de vista organizativo en España, está resultando un verdadero desastre de gestión. Y eso sólo tiene una explicación más allá de encontrar a los culpables que, ahora mismo, no nos interesan; se llama incompetencia pero no por cuestiones políticas, que también, sino porque no saben más. Unos son políticos y otros son funcionarios de escalafón, acostumbrados a seguir las normas y cumplir con lo estipulado; y me vale igual para los militares, los policías, los sanitarios o los bomberos. Yo no digo que no hagan bien su trabajo, seguro que lo hacen lo mejor que saben y pueden y en condiciones absolutamente mejorables pero no les pidan imaginación, no les pidan innovación, no les pidan saltarse las normas, no les digan que en situaciones críticas el libro de normas no sirve para nada. Y no lo digo yo sólo, en su día Benito Pérez Galdós ya apuntó certeramente, y mucho antes de que una tal Laurence Peter publicara su famosa Teoría de Peter, que:

Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes

Los empresarios, los innovadores, los jóvenes saben todo eso y por eso actúan de otra manera, con otras consideraciones.

¿De dónde piensan que salió la idea de los respiradores de campaña?¿La de convertir el plástico de las lonas de los invernaderos en batas de trabajo? por poner un ejemplo, de ningún funcionario por supuesto, ni tampoco de ningún político. También me gustaría saber cómo tardaron tanto tiempo en llegar a las únicas conclusiones buenas que he visto hasta la fecha en España, aunque tardía y a quién se le ocurrió: convertir el palacio de hielo de Madrid en una morgue improvisada o los pabellones de IFEMA en Hospital de campaña.

Abro aquí un paréntesis que me parece importante y que enlaza con el párrafo anterior. No hace mucho, medio universo se reía de Donald Trump porque se le ocurrió preguntar porque no se reutilizaban las mascarillas. Miren si algo soy, políticamente, es lo contrario a cualquier idea o filosofía, suponiendo que pueda explicar alguna, que venga de ese espécimen convertido en político y soportado por un invento maléfico llamado democracia que, en ocasiones, lo carga el diablo; pero debo reconocer que en esa frase vi el destello de un emprendedor metido ahora a fastidiar a todos. Su pregunta era de lógica en alguien que no tiene ni idea de sanidad, como yo, pero… QUE SE HACE LA PREGUNTA. Nosotros no nos la hacemos por miedo al ridículo, seguimos las normas, protegemos nuestro sentido de orgullo para que nadie nos avergüence, pero él lo preguntó y todos se le rieron. En las actuales circunstancias no hay cabida ni para los que sienten vergüenza como no lo hay para los que se ríen de las ideas descabelladas. En las organizaciones privadas -en las que funcionan bien, sólo- eso lo sabemos muy bien, el brainstorming está al orden del día. Por una vez y sin que sirva de precedente me sentí identificado con el emprendedor que lleva dentro Trump, otra cosa sean sus métodos.

Una vez cerrado el paréntesis anterior, sigo. No tenemos, y debemos importarlo a cualquier precio, material de protección. ¿Sabían que mientras la Generalitat de Catalunya rechazaba colaboración para fabricar mascarillas a particulares que están en sus casas y dispuestos a colaborar desinteresadamente, Paz Padilla co presentadora en el programa Sálvame de Tele 5 -el mismo día, oigan, el mismo día, 20 de Marzo- solicitaba ayuda a los españoles para que las confeccionaran con el material y las instrucciones que les enviaban, cómo puede ser tal descoordinación cuando lo han unificado todo bajo un mismo mando? ¿Saben que disponemos de propietarios de fórmulas magistrales, españoles, que están capacitados para fabricar gel higienizante sin alcohol, uno de los elementos básicos (alcohol) más difíciles de encontrar ahora mismo- pero que no localizan quién les fabrique unidades para rellenar? ¿De qué puñetas hablan en las comisiones de crisis a nivel de mandos intermedios cuando se encuentran con problemas como estos? ¿Se hacen las preguntas adecuadas (Donald Trump, recuerdan)? ¿Dejan hablar a los que verdaderamente puedan ayudar? ¿Escuchan a todo el mundo? ¿Han abierto algún canal de colaboración con los millones de españoles confinados, expertos en lidiar con crisis empresariales a diario? ¿Dice algún manual, acaso, que un médico sepa de organización o haya de ser imaginativo, o un ministro, o un secretario de Estado, o un director general de departamento?

No sabemos cómo hacer las cosas, no somos operativos, no somos imaginativos, no somos eficaces, no somos eficientes, no somos emprendedores, por mejores profesionales y científicos que tengamosy lo hemos demostrado una vez más

Y no aprendimos nada de aquella mala experiencia, ni de la del 2008 ni de las anteriores, y estoy muy cabreado por ello. Sólo me hacía falta ahora un Director de un departamento de la Universidad Autónoma de Barcelona tratando de salvar los muebles repletos de termita.

¡Perdón!

Antonio Pascual Picarín

[1] Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona

[2] Real Academia Española de la Lengua

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