Irse antes de que le echen


Lionel no ha aprendido nada en la mejor escuela de fútbol del mundo. Y es que les enseñan a jugar a fútbol, una técnica muy depurada, un estilo de juego muy concreto… el ADN Barça le llaman, pero no la esencia de nuestro Club. Y es que ser del Barça es ser partícipe de algo más que un Club.

Pero no, este artículo no va de fútbol

Vamos a hablar de saber cuando un cargo debe considerar la posibilidad de marcharse, de entender que su ciclo ha terminado y de que su aportación a la corporación que le paga ya no justifica la cantidad ingresada en su cuenta. Sé que esto puede sonar muy duro y muy frío pero esto es así… y en el fútbol -el deporte en general- más.

Baquero, Valdés, Xavi, Iniesta… hasta el mismísimo Guardiola, entendieron y leyeron esta partitura a la perfección. Lionel Messi, no. No es culpa suya, cierto, la propia directiva, el público, los aduladores de turno, los periodistas, los comentaristas radiofónicos, todos querían que acabara su carrera en el mismo Club ¿Para qué? No lo entienden, la gente corriente, las personas mediocres no lo pueden entender, se acostumbran a vivir en su zona de confort, buscan la seguridad, apuran todas sus posibilidades, están temerosos… de perder. Nos han educado así, nadie es culpable.

Irnos antes de que nos echen

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Eso es, precisamente, lo que trata de hacer Lionel Messi y no le dejan. Cierto es que lo está resolviendo de la peor manera posible pero es lo que trata de hacer. Podría haberlo planteado con elegancia pero no todo el mundo tiene la misma preparación ni ama a la organización que lo encumbró cuando todavía no era nadie, como en los casos apuntados anteriormente y que muchos seguidores del Club -los clientes- no les entendieron. Y es que lo primero que debe aprender un líder es que los plazos profesionales son finitos. Messi, como también Bakero, Valdés, Xavi, Iniesta y Guardiola así lo entendieron pero lo resolvieron de diferentes maneras.

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Los LIDERES EFICACES toman iniciativas para evitar la obsolescencia de su trabajo, coloquialmente, deciden marcharse antes de seguir arrastrándose sin nada, o muy poco, que aportar.

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Los primeros tres años suponen una aportación importante a la organización por parte del ejecutivo|directivo (creamos el orden establecido); durante los otros dos, va decayendo esa aportación hasta quedarse en casi nada, cuatro chistes en la máquina del café, otras tantas historias de la mili al colaborador de turno y poco más (nos convertimos en prisioneros de él). A partir de aquí, la sensación es como si te hicieran un spoiler (destripe, según la RAE) sobre la decadencia del Imperio Romano.

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Mal generalizado entre nuestros líderes ¿No me creen? Recuerden algunos de los que me siguen que, no hace mucho, subíamos un vídeo con una información determinante a partir de un estudio realizado por una consultora madrileña -Otto Walter Consulting- en la que se encuestó a 581 técnicos y mandos intermedios españoles:

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El 78’1% de los encuestados se expresaban en estos términos sobre sus ‘jefes’: Ni decididos ni con el coraje suficiente para hacer cuánto se haya que hacer. Dato demoledor, el 78’1 evitan tomar decisiones que impliquen riesgos innecesarios que puedan poner contra la pared a su entorno conocido, su estatu quo, su zona de confort. Brutal.

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El equipo va entrando en su propia zona de confort al hilo de sus jefes. Si vivimos tranquilos ¿para qué vamos a complicarnos la vida?

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Ahora bien, la diferencia entre un buen líder (que sabe lo que sucede o sucederá) y un LÍDER EFICAZ es que éste no se aferra al entorno conocido…

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y buscan el cambio, la evolución y el desafío permanente. ¡Y se forman! también continuamente porque son conocedores de que la única forma de seguir perpetuándose en un cargo es a través de la adquisición de nuevos conocimientos, de nuevas experiencias. Unos van a formarse en escuelas de negocios o en la Universidad directamente, y otros dedican parte de su tiempo a formar a terceros y, de esta forma, se mantienen actualizados. La caducidad para ellos se prorroga y no hace falta que se les tire, la fecha de caducidad pasados los cinco años sólo es de consumo preferente pero alimentan durante mucho tiempo más.

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Y esto es básico para ganar siempre: ¡Entenderlo! ¡Que lo entienda todo el mundo!

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La Vanguardia, Domingo 29 de Abril de 2012

(CRISTINA SEN, para La Vanguardia) Hay que arrastrase por el barro antes de decir adiós? Se plantea la pregunta, cómo no, tras la anunciada marcha de Josep Guardiola, la despedida de un líder en la cumbre del éxito deportivo y social, un líder que no ha probado –en esta etapa de su carrera– la hiel del declive y del rechazo. Cualquier aficionado barcelonista le agradecerá muchas cosas, pero probablemente la mayoría estaba dispuesta (a priori) a estamparse con él cuando tocase. Hay que analizar así su decisión con las claves de lo que en términos académicos y éticos se define como un ejercicio sano de liderazgo.

Lo que suele ocurrir, señala Àngel Castiñeira, director de la cátedra Liderazgo y Gobernanza Democrática (Esade), es lo contrario, o sea, el apego excesivo al cargo. “Cuando uno es un referente –explica–, corre el peligro de convertirse en un mito, en una especie de santo laico, y por lo tanto es muy sano plantearse el relevo”. La marcha de los líderes, el recambio, tendría que formar parte de la normalidad. En términos empresariales el periodo lógico para estar en un cargo de máxima responsabilidad se establece entre los 8 y los 10 años.

Pero en el caso de un entrenador de un equipo como el Barcelona, con la dedicación, la presión y la exposición pública a la que se ha sometido Guardiola, los cuatro años se considera un tiempo ya suficiente. Es lo que Castiñeira considera un “liderazgo al límite”, sometido a juicio cada semana, cada fin de semana, mientras que en una empresa las cuentas se rinden con mucha menos asiduidad.

Esta aproximación a lo que es el liderazgo bien ejercido hasta su último acto –el del adiós– plantea la duda de si en este caso el líder no ha buscado en exceso preservarse a sí mismo. “Marcharse es un ejercicio de libertad individual muy difícil de realizar –señala Santiago Álvarez de Mon, profesor de Comportamiento Humano de las Organizaciones (Iese)– y me merece mucho respeto alguien que es capaz de sustraerse del ruido exterior”. Sólo él y su entorno más próximo sabe todos los motivos de su adiós y por ello considera que no es en absoluto necesario que el líder tenga que inmolarse, acabar en la pira, en aras a las demandas de una masa social.

Pese a su militancia madridista, Álvarez de Mon admira a Guardiola, lo que ha hecho y cómo lo ha hecho y no cree que sea un hombre pusilánime que ha saltado a la primera dificultad. Recuerda tanto los cuatro años que ha pasado como la facilidad que tiene la sociedad de pasar de la adoración a la crítica despiadada para alegrarse de que haya triunfado la intimidad.

Ningún reproche aparece en los comentarios recogidos a la hora de analizar este adiós desde la cúspide porque incluso se elogia en términos de liderazgo el haber dejado un equipo con futuro, un proyecto continuista que, en teoría, no debe quedar aniquilado con su marcha. Cosa que sí sucede en muchas empresas o proyectos en los que el “jefe máximo” marcha sin dejar bien preparada la sucesión y sin la adecuada planificación los pasos siguientes. Por no hablar de la política, en el que el único caso de cambio bien planteado desde el liderazgo fue el que intentó –recuerda Castiñeira– José María Aznar con Mariano Rajoy (después frustrado por el 11-M).

Guardiola ha renovado los contratos anualmente y dado el fuerte desgaste de la labor que ha realizado su adiós es honesto y tiene un punto de grandeza precisamente por lo insólito del gesto. Así lo entiende también Antoni Nello, profesor de Ética del Deporte (Blanquerna-Universitat Ramon Llull). Pero avisa de que este gesto sólo pueden permitírselo algunos, o sea, los que han ganado el suficiente dinero. Pese a este aviso, Nello valora el gesto desde un punto de vista de ejemplaridad cívica, como ejemplarizante ha sido el liderazgo que ha ejercido en la sociedad.

Madurez, realismo, cumplimiento de una etapa,futuro por delante y ejercicio profiláctico contra la guardioladependencia. Es lo que dicen los expertos en liderazgo, mientras el corazón barcelonista piensa cosas muy distintas.

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