El coste del absentismo laboral en España alcanzó los 85.140,42 millones de euros


Hoy, 13 de Junio, festividad del Santo a cuyo nombre me asociaron de nacimiento, la noticia destacada de la mañana por la prensa económica y social española es que el coste del absentismo laboral en España alcanzó los 85.140,42 millones de euros en 2018, lo que supone un 10% más que en 2017, según la octava edición del Informe Adecco sobre absentismo laboral.

[Para que se hagan una mejor idea de la magnitud de esta trágica cifra, decirles sólo que la pérdida de recaudación fiscal por defraudación en España se estima en 70.000 millones de euros, aproximadamente el 6% del PIB nacional, según datos de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas)]

735.000 asalariados no habrían acudido ningún día del año a su puesto de trabajo

En el diario digital al que he tenido que ir a buscar ampliación de la información radiofónica -que ya tiene narices levantarte de la cama escuchando estas ‘alegres’ nuevas y ponerte a indagar sobre ello el día de onomástica,  aseveran que “durante 2018, un total de 735.000 asalariados no habrían acudido ningún día del año a su puesto de trabajo, cifra que supone un incremento de 52.000 personas más que en 2017. El informe muestra que la tasa de absentismo, entendida como porcentaje de horas no trabajadas (sin contar vacaciones, festivos ni horas perdidas debido a ERTEs) ha crecido hasta el 5,3% en 2018 desde el 5% registrado en 2017

Pero esto tiene más lecturas, a cual más salvaje y seguimos con la noticia de la prensa digital: “Se han perdido más de 100 millones de horas de trabajo cada mes y que la pérdida total de horas llegó a casi 1.350 millones de horas, 100 millones más que hace un año».

Se han perdido más de 100 millones de horas de trabajo cada mes y la pérdida total de horas llegó a casi 1.350 millones de horas,

Nos informan que en 2018, se produjeron más de 5,2 millones de procesos de incapacidad temporal por contingencias comunes (eufemismo en el que se engloban desde dolores de cabeza hasta dolores abdominales las mujeres una vez al mes y un largo etcétera). Concretamente, del total de procesos de baja laboral por incapacidad temporal se desprende que casi 6 de cada 100 trabajadores no acudió a su puesto de trabajo, cifra que equivale a más de 1 millón de trabajadores. Las mujeres registraron un mayor índice de bajas de más de 90 días que los hombres.

Para acabar de perfilar la cara del ausente profesional, ahora conforme a su edad, “el índice de contingencia común aumenta entre los grupos de mayor edad. De hecho, al comparar los procesos de baja de trabajadores mayores de 55 años y menores de 24 años, hay una variación del 194% en el caso de los hombres y del 223,6% en el caso de las mujeres

Finalmente, el coste económico del absentismo por incapacidad temporal por contingencias comunes, algo nada baladí en esta cuestión, asciende hasta los 433,16 euros de media por afiliado. Durante el mismo período analizado, el gasto de prestaciones económicas por incapacidad temporal por contingencias comunes, a cargo de las mutuas colaboradoras con la Seguridad Social, ascendió a 7.498,5 millones de euros, un 12,8% más, y el coste directo de las empresas ascendió a 6.900 millones, mientras que el coste de oportunidad (en términos de producción de bienes y servicios) sumó 70.741,4 millones.

Expuestos estos datos estadísticos y anónimos, me adhiero a las conclusiones alcanzadas por la empresa que los ha recogido, Adecco: “tiene graves repercusiones para los propios trabajadores, para la competitividad de las empresas, para la creación de empleo y para el sistema de protección social y el crecimiento económico. Hasta aquí la noticia.

Pero ¿por qué?

Muchos, dentro y fuera de España, piensan que los españoles son malos trabajadores, gandules y muy predispuestos al absentismo.

El 14 de Septiembre de 2009, el digital elmundo.es facilitaba la información del abandono de Suzuki de la fabricación en España de sus vehículos:

Suzuki llegó a Linares en 1982, cuando la situación de la empresa era difícil, tras el fin de la licencia de Land Rover. En 1991, Suzuki se convirtió en el accionista mayoritario de Santana. Pero las pérdidas se acumulaban por la baja productividad y el alto absentismo laboral y en 1994 Suzuki decidió marcharse. La Junta de Andalucía se hizo cargo de la empresa con el objetivo de buscar un socio industrial y más carga de trabajo. Llegó a anunciar que produciría la versión militar del Hummer, pero si siguió sobreviviendo, fue gracias al acuerdo de producción firmado con Suzuki y a la aportación de fondos públicos para enjugar las pérdidas, que el año pasado ascendieron a 56,1 millones de euros.

Pero no es sólo un ejemplo de Andalucía donde entraríamos en el terreno de las ideas preconcebidas y de los dichos populares; también en Catalunya, al otro lado de la moneda de esos mismos paradigmas populares sin mucha base científica y muy utilizados con un espíritu de crítica despectiva y despiadada, encontramos algo muy parecido y como muestra una entrevista de La Vanguardia a James Muir de SEAT el 4 de Febrero de 2010, concedida después de un despido de trescientos empleados, tras una paralización de la planta productiva a cargo de setecientos trabajadores:

La Vanguardia: SEAT se ha desprendido de más de 2.000 empleados en los últimos años. ¿No cree que decir ahora que todavía quedan 300 empleados gandules perjudica la imagen de la marca y sus ventas?

James Muir: Bueno, no necesariamente eran gandules. Son personas que no rendían, quizá lo intentaban pero no han sido capaces. Creo que esto no afecta de forma negativa a la imagen de SEAT . Pienso incluso que es positivo. Mire, España tiene un paro del 20% y estoy seguro de que la mayoría de estos parados son buenos trabajadores, capaces y deseosos de tener un empleo. También la mayoría abrumadora de los trabajadores de SEAT rinden bien, reman en el mismo barco, y se merecen que los que están a su alrededor hagan lo mismo. Puede ser muy desmotivador estar trabajando duro mientras tienes al lado a una persona de brazos cruzados. Mi responsabilidad es asegurar que contamos con los mejores y si hay personas que no funcionan, hay que dar una oportunidad a otros. Así es la vida.

Absentismo laboral injustificado por Comunidad Autónoma

Probablemente esta última frase de James Muir, resume bastante bien lo que puedan pensar y sentir la mayoría de empleados que comparten puesto de trabajo y destino de futuro profesional con todos los que abusan de sus ausencias, no sé si programadas voluntariamente o reales (la situación perjudica gravemente a estos últimos que se ven incluidos en un paquete genérico viviendo circunstancias muy graves para su vida y salud personal). También muchos que conozcan su trayectoria, aducirán que su estancia en SEAT, de la que tuvo que salir relevado por no alcanzar sus objetivos comerciales, fue más bien breve, apenas cuatro años. Bueno, cuestión de matices y planteamientos. Pero los hechos son los hechos y los suscribieron hasta los propios sindicatos.

Pero fíjense en un detalle, tal vez poco significativo porque me sucediera a mí y no a la mayoría de personas o, tal vez, nos sucediera a muchos de mi generación, ustedes juzgarán. Mi madre, hija de un humilde empleado honorable y tremendamente honroso de La Catalana de Gas y Electricidad, posteriormente Gas Natural y ahora Naturgy, que en su día renunció a obtener pingües beneficios extras manipulando los cupones del carbón (algo que sí hicieron otros convirtiéndose en millonarios de la noche a la mañana), era un pozo de valores que nos inculcaba a mí y a mi hermana día a día, sin cesar, con certeza absoluta de que eran herencia de mi abuelo. Entre los muchos que recibí era que un viernes o un lunes no podía ponerme enfermo y dejar de ir a trabajar.

Yo, por aquella época, mal daba patadas corriendo como pollo sin cabeza detrás de un balón de fútbol, arrastrando mi mal saber jugar por campos de fútbol de los que era mejor estar lejos que metido dentro de un recinto cerrado del peor Bronx que alguien pueda imaginar. También era propenso a gripes, anginas y extremos procesos febriles. Pues bien, un viernes no podía enfermar porque sino, el domingo no podría ir a jugar ni que me hubiera recuperado completamente –“no puedes estar enfermo para ir a trabajar y curarte para ir a jugar un festivo”- y un lunes tampoco, nunca podías estar enfermo, y nunca era nunca –“cómo no vas a poder ir a trabajar después de un fin de semana, qué pensarán de ti, si quieres te pones enfermo el martes”-, ya ni les explico un puente, Semana Santa o Navidad.

Quiero decir con ello que el “absentismo» como concepto cultural («tanto me da lo que piensen los demás» dicen los que continuamente se ausentan), del que no niego determinadas razones y motivos pero que son ciertamente evitables, perjudica por completo a otros enfermos de diferentes gravedades. Se me ocurre pensar lo mal vistas que están las migrañas y lo mal consideradas que han estado las fibromialgias y lo siguen estando a día de hoy; ya no les hablo de las depresiones, dolores abdominales y un largo etcétera. Yo he llegado a contar, actuando como interim manager en una compañía dedicada a la belleza, con una colaboradora, excelente profesional de la peluquería, enferma de cáncer y en proceso de recibir quimioterapia a la que, al finalizar el período máximo de la incapacidad temporal y después de verse obligada a su reincorporación, le negaban que no pudiera trabajar cuando no podía ni estar de pie para peinar a una clienta; con la única solución por nuestra parte que despedirla por negarse a cumplir con su trabajo, algo que nunca hicimos ni nos planteamos asumiendo las pérdidas que se nos derivaron. He visto a una persona con incapacidad laboral por estar operada en brazos, hombros y caderas, con sus placas injertadas, sin fuerza en las manos ni poder alzar los brazos, denegarle la incapacidad permanente porque, según la médico sinvergüenza de turno, podía perfectamente cumplir con sus obligaciones laborales (levantar a peso a los enfermos de sus camas para bañarlos, limpiarlos, cambiarlos, etc.). Estas burradas que yo he visto en los últimos tres años (no hace una década), vienen precedidas de los abusos que unos pocos trabajadores, comparativamente, han cometido, cometen y siguen haciéndolo impunemente porque una ley laxa y garantista les protege. Pero ¿qué más da?

El origen del problema

A pesar de que pueda parecer lo contrario, no culpo completamente a los que se ausentan para poder ver la tele desde sus sofás, sacarse un sobre sueldo o cualquier otra sinvergonzonería parecida, moral y socialmente señalables pero legalmente de difícil sentencia en los tribunales laborales, como bien conocen los empresarios (pymes) y las grandes corporaciones.

Todos somos culpables, como siempre y aunque sea una expresión demasiado sobada:

  • Tienen la culpa los colegios y las familias por no divulgar e inculcar valores.

El absentismo laboral es un robo a la empresa, a la comunidad y a tus propios compañeros a los que estás dificultando su continuidad laboral como el caso de Suzuki, a más de las ayudas que tuvimos que pagar todos los españoles y eso acaba con la triste y desafortunada frase de “España nos roba”. España, Catalunya o cualquier otra comunidad no roba al resto, roban determinados españoles y determinados catalanes y determinados trabajadores de cualquier comunidad, y eso debería quedar muy claro de una vez por todas. Roba el ladrón, el sinvergüenza, el aprovechado, el pícaro y el listillo; los demás lo sufrimos, seamos de donde seamos y estemos trabajando..

No tiene sentido pedir compromiso a los empleados si la propia empresa no les da confianza

  • Tienen la culpa los profesores, los formadores, los universitarios, los escritores y los gurús empresariales que siguen hablando de RECURSOS HUMANOS.

Que no, que ni usted ni yo somos recursos de nadie, los humanos somos personas no recursos, que se enteren de una vez. Josep María Vilà, hablando del cambio laboral que se acercaba, decía en un artículo publicado en El Periódico el 26 de Octubre de 2016 que:

Se habrá de actuar, de un lado, en el ámbito formativo, preparando las nuevas generaciones en conocimientos técnicos capaces de crear y sostener las infraestructuras tecnológicas necesarias. Pero también, especialmente, en el fomento de habilidades creativas de relación social, de toma de decisiones en entornos inciertos, de liderazgo facilitador, etcétera: habilidades necesarias para la gestión de la complejidad del nuevo entorno productivo

Y lo primero que cabe resolver, para conseguir que nuestros compañeros y colaboradores resulten creativos e interesados en capacitarse, es que se les deje de considerar de una puñetera vez RECURSOS HUMANOS y se les trate como personas, con sus necesidades, con sus ilusiones, con sus legítimas aspiraciones y, sobre todo, con respeto..

  • Tienen la culpa las propias empresas, las organizaciones y los empresarios

Marcos Urarte, director y consultor estratégico de Pharos respondía así durante el I Foro Barcelona de AEDIPE: “No tiene sentido pedir compromiso a los empleados si la propia empresa no les da confianza; ahora hay más compañías poco comprometidas con sus trabajadores, que empleados poco comprometidos con su trabajo”

Así es, lamentablemente. La falta de valores empresariales orientados a empoderar a sus colaboradores y a darles confianza dejándolos al albur de sus jefes y de sus jefecillos, que de ambos van sobradas las organizaciones, a la par que faltas de auténticos líderes, nos dirige hacia el abismo de la improductividad. Han olvidado lo más importante: “No es que las personas sean el factor más importante de una organización, es que son la organización” (Ricardo Alfaro, presidente de la Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas de Catalunya AEDIPE)

  • La legislación laboral vigente y los jueces que la aplican también son culpables, por haber dejado que se convierta en una legislación garantista que favorece descaradamente al trabajador, supongo que por tratarse de la parte más débil… en teoría.

Se ha confundido el estatuto del trabajador con la justicia social que no puede ser partidista y perjudicar de manera sistemática a los empresarios, sobre todo cuando estos son micros, pequeñas y medianas empresas, a las que más perjudican actuaciones absentistas. Que alguien imagine a un taller de metalistería con tres personas trabajando, de las que una de ellas es el empresario/emprendedor/ que invirtió lo que tenía, y lo que no, para conseguir un puesto de trabajo y seguir alimentando a su familia en medio de una crisis; que le fue más o menos bien y que llegó a poder contratar a dos nuevos compañeros. Y ahora imaginen que el primero que entró a trabajar, cae en desacuerdo con su jefe -no le acabó de gustar su nueva prosperidad económica o cualquier otra cosa- y deviene en una actitud pasiva que se acaba convirtiendo en una ausencia laboral discontinua y de difícil calificación. Ese es el panorama con el que se enfrentan, cada día, muchísimos empresarios (les llaman autónomos para rebajarles la categoría, pero son empresarios) de nuestro país.

También los hay muy sinvergüenzas, cierto. Pero como en el caso de los empleados, los empresarios honrados son la gran mayoría, no vayamos a equivocarnos. Para la justicia debería ser muy fácil; si el trabajador tiene razón, que se penalice al empresario culpable; si el empresario tuviere la razón, que se proceda a la extinción del contrato laboral sin más trabas ni más penalizaciones económicas para este y sin derecho al paro para el trabajador farsante; y, en caso de duda, y sólo en ese caso, que se incline por la parte más débil -el trabajador- y procurando no perjudicar al empresario más de lo estrictamente necesario, porque el juez tiene dudas legítimas y no estará tan clara la actitud culposa y/o dolosa del empresario.

Así que, volviendo al inicio del post, relativo al coste y las pérdidas que origina el absentismo laboral en nuestro país, sólo decir que ni es tan claro ni es tan evidente ni es tan nuevo. Por lo tanto, si no es tan nuevo, porqué nos exclamamos ahora cuando nadie del mundo empresarial ha hecho nada para cambiar la deriva. Hipócritas, cargar las tintas sólo a una parte es tan villano como tratar de mostrar al empresario como lo que no es, un explotador.

Que cada palo aguante su vela: el gobierno que eduque, la prensa que edifique, los empresarios que cambien su visión y los trabajadores que sean más abiertos de mente. Este barco tiene que llegar al puerto de destino y no sobra nadie en la labor de recuperar un país «tocado y hundido» durante los próximos cincuenta años.

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