Obediencia deriva del latín obaudire (obediencia) que a su vez lo hace de ob audire y su significado es ‘el que escucha’. Es sintomático que la expresión obediencia que, por lo general, asociamos a una renuncia o a una sumisión nuestra a favor de otro u otros, en realidad magnifique la acción básica de la comunicación: escuchar.
Parece que hablar de obediencia dentro de las organizaciones en nuestra época y en un libro de Management vaya contra natura, cuando todos aceptamos la necesidad de la delegación de funciones, de la participación activa, de la propia responsabilidad de todos y cada uno de los individuos que componen cualquier organización, pero no es así. En realidad no han cambiado tanto ni los conceptos, ni los tiempos, ni los hechos que suceden en cualquier interrelación humana, dentro y fuera de cualquier ente organizado, del más básico al más complejo.
La obediencia a cualquier autoridad no es algo que pudiera preocupar sólo en aquel momento, el paso inexorable de los siglos nos ha seguido dejando ejemplos continuos de la desobediencia como respuesta a la autoridad. Las actuales estructuras empresariales sufren a menudo esa disposición de sus componentes como respuesta a desacuerdos, envidias, desmotivación, malos entendidos, falta de información, dejadez… o simple mala fe, bien sea de unos o de los otros. Tanto nos da que el resultado, casi siempre, lo acabe pagando la empresa, como ente aglutinador de objetivos que permite alimentar a familias y mejorar el producto interior bruto de una sociedad, y que acaba así viendo mermada su efectividad por tal proceder.
San Benito de Nursia, redactor de la Santa Regla benedictina, que tomé como referente de primer reglamento de normas corporativo escrito desde el nacimiento del cristianismo, lo tenía muy claro:
Lo primero que hay que considerar para tener humildad es tener pronta obediencia. Por razón (que sea)… no pueden sufrir retardo alguno sin llevarla a término.
Podemos entender la obediencia como sumisión (a consecuencia de una interpretación sesgada y simplista) o, de manera más eficaz, como compromiso.
Dejando a un lado los estilos de liderazgo y mando que ejerzan cada uno de aquellos que asumen la responsabilidad de gerenciar y/o liderar, fruto de sus experiencias y conocimientos previos a su aplicación, está el deber de entender que todos y cada uno de nosotros, partícipes de un ente organizado, dependemos de un ascendente superior al que le debemos un cierto grado de correspondencia (disposición debida de las partes con el todo o entre personas relacionadas entre sí), que no de sumisión pura y simple.
Obediencia implica compromiso, con la organización, con la sociedad, con las personas, etc.
Y es que, San Benito comprendía perfectamente el concepto sobre la humildad que deberíamos manejar dentro de las organizaciones, entendiendo por tal aquella cualidad del ser humano mediante la cual la persona modesta no se preocupa por sí misma, sino que lo hace por los demás, por los que le rodean, por la organización en sí misma, y eso nos lleva ineludiblemente al compromiso. Por lo tanto, en la obediencia no existe sumisión, existe aceptación de compromiso y esa es la sentencia con la que deberíamos quedarnos.
Cuando explicamos las estrategias de negociación, partimos del principio de que todo lo que no viene regularizado a través de las leyes o por el mercado, es susceptible de ser negociado. De la misma manera, cuando nos encontramos dentro del ámbito del Management, todo aquello que depende de normativas internas (además de los preceptos jurídicamente legalizados) y|o emana de una superioridad orgánica interna, no es negociable y, por tanto, objeto de obediencia debida, figura muy usual dentro del ámbito castrense y religioso pero muy poco respetada por el resto de la sociedad. ¿Quiere decir esto que la obediencia debe ser ciega?
La obediencia puede llegar a ser ciega; dependerá de nuestros valores, experiencias, conocimientos e iniciativas, pero lo que nunca debería ser es sorda.
Si bien, en el caso de San Benito y de los miembros benedictinos, así era, ya que respondía a un ente superior –Dios– incontestable, en el mundo profesional nos vamos a encontrar, y yo me considero un ferviente defensor de ello, con múltiples circunstancias en las que habremos de superar esa máxima obediencia con la habilidad que nos requería Aristóteles cuando sentenciaba que “las normas están para que las cumplan los necios y las observen los sabios”, pero siempre escuchando previamente y entendiendo antes de tomar decisiones contrarias a ellas.
ESCUCHAR PARA ENTENDER y poder DECIDIR
En el siguiente vídeo, extraído de la película española El Método Grönholm, que les recomiendo encarecidamente vean a través de alguna plataforma, se expone una situación en la que un grupo de preseleccionados compiten por obtener un cargo de responsabilidad dentro de la compañía seleccionadora. Entre las pruebas, se presenta una que se orienta a que elijan, entre todos ellos, un representante del grupo. Lo han de hacer por mayoría y sale elegido Julio Quintana del que ignoran un detalle de su historial profesional. Cuando reciben la información, el sistema de selección les exige una respuesta.
Todo esto tiene mucho que ver con la Obediencia y con la Desobediencia ¿Que piensa el lector sobre este asunto?¿Qué respuesta habría dado el lector?¿Qué respuesta supone que adoptó el grupo en el film?¿Está de acuerdo y por qué?